Columna publicada en "El Mercurio de Antofagasta" el sábado 12 de Julio de 2014.
“¿Los malos
existen, mamá?”, me preguntó mi pequeña hija-periodista de 5 años mientras la
peinaba frente al espejo. La respuesta era simple, bastaba un sí o un no, pero
yo me enredé entera: “Depende -le dije- por ejemplo, yo puedo pensar que Robbie Rotten (el villano
de la serie infantil “Lazy Town”) es malo, pero de seguro su mamá no piensa eso”.
Mi hija abrió los ojos impactada: “¡¿Conoces a la mamá de Robbie Rotten?!” Me
sonreí y le dije que no, que había usado ese ejemplo para explicarle que nadie
es completamente malo. Mi retoña siguió indagando “¿Pero los buenos siempre
ganan y los malos siempre salen perdiendo… no es cierto mamá?” Una vez más no
supe qué responder y lo único que atiné a decirle a mi hija fue… “Quedaste
linda con tus chapes, Nenita, ahora anda a tomar el desayuno”.
Y me quedé
ahí sola, frente al espejo, con cara de interrogante, tratando de encontrar la
respuesta que le debí haber dado a mi hija. Porque si pensamos el mundo entre
buenos y malos estamos fritos. Que hay gente que hace daño… sí. A veces sin
querer, pero otras veces con querer. Que hay gente que le desea mal a otra
persona, también. Podemos personificar al mal con todos esos grandes malvados de
historieta como “El Acertijo”, o “El
Pingüino” de “Batman”; o “Lex Luthor” de “Superman”, o incluso, el “Doctor
Doofenshmirtz” de “Phineas y Pherb”. Pero también hay otros malulos como “Hans
Gruber”, de “Duro de Matar”, o “Jack Torrance” de “El Resplandor”, o “Freddy
Krueger” de “Pesadilla”, o “Hannibal Lecter” de “El Silencio de los Inocentes”.
Estos últimos, más que enfermos de
malos, son malos-enfermos, o sea de alguna retorcida forma su maldad se explica
a través de una patología psiquiátrica.
Pero qué
pasa en el día a día, en la vida del “ciudadano de a pie”, como una. Podríamos decir que la maldad es una sola,
pero se expresa en distintos niveles. Por ejemplo, existe un nivel en que la
maldad siempre es noticia, ganándose portadas y titulares en los medios de
prensa. En otro nivel, la maldad pasa a ser “chaqueteo”, modalidad muy conocida
nacionalmente. Hay otro nivel en que la maldad se disfraza de habladuría,
copuchenteo y chisme. En todos estos
casos, la maldad puede explicarse y justificarse (“pobrecita, es que sufrió
tanto cuando niña…”), pero al final es maldad igual. Porque lo que define a la maldad
es que es siempre hace daño. Pero invariablemente, el más dañado es el que hace
el daño. Aunque a veces parezca lo contrario. Como alguien dijo alguna vez: “El
mal que hacemos es siempre más triste que el mal que nos hacen”.
La vida es
redonda. Igual que una pelota de fútbol. Igual que nuestro planeta. Lo que le
haces a otros, te lo haces a ti. Lo que das, recibes. Lo que siembras,
cosechas. Uno siempre da lo que tiene adentro y con la precisión de un boomerang
la vida te devuelve lo que le has lanzado. Tarde o temprano. Te guste o no. Entonces,
hija querida, esta es sin duda la respuesta que te debía haber dado: “Sí,
Nenita, tú tienes toda la razón: los buenos siempre ganan y los malos siempre
salen perdiendo”.
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