He pasado
toda la semana obsesionada pensando por qué ocurrió lo que ocurrió el sábado
pasado en el partido Chile-Brasil. ¿Por qué si estuvimos tan cerca no ganamos?
¿Por qué si jugamos mejor que ellos, no ganamos? ¿Por qué si fuimos aguerridos,
comprometidos, si nos paramos de igual a igual en la cancha no ganamos?
Claramente algo faltó. Algunos dicen que
–evidentemente- lo que faltó fueron los goles. Otros argumentan que fue
la suerte la que nos jugó en contra. Yo no lo sé. No estoy segura de qué fue lo
que salió mal.
Y quizá por
un buen rato no sepamos por qué no ganamos. Los análisis aún están sobre
caliente y lo único que tenemos que tener claro es la certeza de que lo que
fue, fue tal y como tenía que haber sido. Todo lo que se diga es aún prematuro,
porque en verdad no tenemos toda la información. Sabemos lo que pasó antes y
durante, pero no sabemos lo que pasará después. Nos falta esa pieza para armar
el puzzle completo. Quizá la teja de por qué no ganamos nos va a caer sólo con
el entendimiento que da la perspectiva… ¿Fue negativo o positivo haber perdido
ante los Pentacampeones? ¿Quién sabe?
Y esto me
recuerda un cuento chino que relata las aventuras y desventuras de un pobre
pero muy sabio campesino quien trabajaba la tierra con su hijo. Un día el hijo
le dijo: “¡Padre, qué desgracia! ¡Se nos escapó el caballo!”. “¿Por qué le
llamas desgracia? -le respondió el padre- Veremos qué nos trae el tiempo”. A los pocos días el caballo regresó,
acompañado de otro caballo. “¡Padre, qué buena suerte!”, exclamó esta vez el
muchacho, “Nuestro caballo ha traído otro caballo”. El anciano le respondió:
“¿Por qué le llamas buena suerte?… Veamos qué nos trae el tiempo”.
Pasaron
unos días y el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado
a ningún jinete lo arrojó al suelo. El joven se quebró una pierna. “¡Padre, qué
desgracia! – exclamó ahora el muchacho - ¡Me he quebrado la pierna!” Y el padre
muy calmado sentenció: “¿Por qué le llamas desgracia?...Veamos qué nos trae el
tiempo”. Una semana más tarde, pasaron por la aldea los enviados del rey,
buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano,
pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de
largo. Entonces el hijo entendió todo lo que tenía que entender y esta vez
exclamó… “¡Veamos qué nos trae el tiempo”.
Lo que pasó
con Chile en Brasil 2014, ya pasó y fue espectacular, porque después del último
partido con los dueños de casa algo en cada uno de nosotros cambió para siempre.
Si fue justo o fue injusto; si será para bien o será para mal haber quedado
eliminados… ¡Quién sabe!... Veamos qué nos trae el tiempo.
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