Una de las
grandes verdades de la vida es que de ésta sí que no salimos vivos y entonces,
si todos al final de alguna u otra forma vamos terminar nuestro periplo por
estos lares ¿qué tenemos que perder? Nada. Si se trata de hacer que esto valga
la pena, entonces, que así sea. Porque en verdad la idea es que en el minuto de
los “quiubo”, todo cuadre, todo encaje y que podamos respirar aliviados con la
única sensación que en verdad alivia en la vida, que es la sensación de haber
hecho la pega y de haber dado el cien por ciento.
Pocas experiencias
hay tan reconfortantes como presentarse a dar una examen y tener la
tranquilidad y la certeza que estudiaste todo lo que tenías que estudiar, a
conciencia, honestamente. Es una sensación de fortaleza y poder. Cuando no es
así, te debilitas porque tiendes a traspasar tu poder a elementos ajenos a ti:
a la suerte, a la prueba, al profesor, al alumno que se sienta a tu lado, al
clima, al insomnio, incluso a la estampita que llevas guardada en el bolsillo
de la camisa. Si eliges creer que todas esas cosas tendrán algo que ver en el
resultado de tu prueba, es tu decisión. La experiencia me ha enseñado que ésas
son sólo ilusiones. Ilusiones que lo único que hacen es embriagarte con mentiras
que no son más que producto del miedo de sentirte perdido y solo. Pero,
sinceramente, uno nunca anda ni tan solo, ni tan perdido, porque aunque sea
bien en el fondo, uno tiene al menos la vaga noción de que para sacarse una
buena nota en un examen hay que estudiar para la prueba.
Pasamos la
existencia sacándole la vuelta a lo que tenemos que hacer y cuando nos
percatamos de que no hicimos lo que vinimos a hacer a este mundo puede ser
demasiado tarde. Bueno, no todo siempre es tan prístino, claro y evidente. Las
determinaciones flaquean a veces, hay varios días en los que he querido dejar
botadas todas mis buenas intenciones de Año Nuevo, y sí, confieso que mil veces
las he dejado botadas y olvidadas en el camino. El día a día es complejo, te
hace perder perspectiva, te “terrenaliza” todos los sueños y te convierte en un
peatón más al que muchas veces le cuesta sobreponerse a la pesadez de la
cotidianidad. Pero como dicen por ahí, hay que tratar de acordarse siempre que
“para tener lo que nunca has tenido debes hacer lo que nunca has hecho”.
En fin, lo
que quiero decirles es simplemente que para bajar de peso hay que dejar de
comer, para ganar dinero hay que trabajar, para ser campeón hay que entrenar,
para ser feliz hay que dejar de sentirse desgraciado, para gozar hay que dejar
de sufrir, para comprarse un auto hay que ahorrar plata, para ir al cine hay
que pagar la entrada, para tener la casa limpia hay que tomar la escoba y
barrer. En pocas palabras, para tener lo que quieres tener… hay que hacer lo
que hay que hacer.
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