Nadie es
perfecto, pero pucha que nos gusta que el mundo crea que sí lo somos. Nos gusta
que piensen que somos mamás perfectas, esposas perfectas, apoderadas perfectas,
profesionales perfectas. Uno lo ve en todas partes y a cada rato. Y, ciertamente,
yo no me excluyo de tal paisaje. Con todo, detrás de cada fachada, hay siempre
mil historias. Historias de logros e historias de tragedias; instantes de
gloria y momentos de derrota; hay aciertos y también hay errores. Pero en
general, enarbolamos mucho más nuestro lado más amable y victorioso, y en algún
sentido está bien que sea así.
Pero sólo
en algún sentido… porque en verdad, me parece que es profundamente sano que de
vez en cuando admitamos nuestra vulnerabilidad. Sin embargo, es tan difícil
encontrarse con personas que genuinamente asuman la responsabilidad de
enfrentar de cara al público su lado más frágil.
Esta semana, a través de una
experiencia que le tocó vivir a una querida amiga, fui testigo de todo el
coraje que se necesita para ser auténticamente vulnerable. Y me acordé del
libro “Frágil”, de Brené Brown, que leí hace unos años, donde la autora dice
que “la vulnerabilidad suena como verdad y se siente como coraje. La verdad y
el coraje no siempre resultan cómodos, pero nunca son una debilidad".
Hoy, con
toda mi admiración, quiero dedicarle esta columna a mi amiga y a todas esas
personas que, cuando la vida así lo ha requerido, han sido capaces de hablar
desde el corazón, con honestidad, sin dobleces y sin máscaras. Sin tratar de parecer
nada más que lo que son: seres que a pesar de lo difícil que les resulte, son valientes
y logran mirar a los ojos del otro con toda su verdad e imperfección.
Cuando nos
mostramos vulnerables frente a los demás, aparece nuestra cara más auténtica y,
por qué no decirlo, nuestra cara más hermosa. Pero como en nuestra sociedad hemos
malentendido la belleza, la hemos plastificado con modos y actitudes de
“personas perfectas”, lo que finalmente no hace más que arruinar el sentido de vivir
la vida de la manera más plena posible. La plenitud sólo se logra cuando
honramos lo que somos y dejamos de disfrazarnos de lo que queremos que los
demás crean que somos o de lo que se supone que debemos ser. Es por eso que en
la dinámica de hoy la vulnerabilidad nos sorprende tanto, no sólo porque es un
fenómeno poco habitual, sino porque además aparece como un preciado bálsamo en medio
de un agotador juego de caretas. Al respecto, Brené Brown señala: “cultivamos el
amor cuando permitimos que nuestro aspecto más vulnerable sea visto y conocido
y cuando honramos la conexión espiritual que se genera a partir de esta ofrenda con confianza,
respeto, compasión y afecto”.
Por todo lo
anterior, deberíamos conectarnos más con nuestra vulnerabilidad, porque es un
portal que nos ofrece un camino hacia una vida más auténtica, más relajada y muchísimo
más feliz, tal como lo expresa Brené Brown, “baila como si nadie mirara; canta
como si nadie escuchara. Ama como si nunca te hubieran dañado y vive como si el
cielo estuviera en la tierra”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario