(Columna publicada en El Mercurio de Antofagasta el sábado 25 de enero de 2014)
Vivimos la vida de acuerdo a nuestras creencias. Y esto no
sólo lo digo yo, sino que son cada día más los intelectuales, pensadores,
científicos y místicos que concuerdan con tal afirmación. En otras palabras,
creamos lo que creemos. Lo que básicamente significa que tendemos a vivir de
acuerdo a lo que pensamos acerca de nuestro mundo, de nosotros mismos, de
nuestras capacidades y nuestros límites.
Un ejemplo de este fenómeno es lo que descubrimos gracias al
proyecto que con una amiga presentamos al concurso de innovación y
emprendimiento social Antofaemprende. Nuestra idea (un programa radial) no
ganó, pero llegó hasta la etapa final del concurso. Pues bien, cuando
comenzamos a idear nuestra iniciativa radial, compartíamos una sensación y una
percepción -bastante generalizada, diría yo- de que Antofagasta no tiene
identidad, que sus habitantes no tienen la camiseta puesta y que no existe un
orgullo antofagastino. Con esa creencia en la cabeza, salimos a la calle e
hicimos una encuesta muy espontánea e informal: le preguntamos a los
transeúntes dos cosas: 1) ¿Qué siente usted por Antofagasta? Y 2) ¿Qué cree
usted que los demás habitantes sienten por la ciudad?
Lo que constatamos fue sorprendente. Porque con respecto a
la primera interrogante el cien por ciento de los entrevistados se declaró
orgulloso, feliz y contento de vivir en Antofagasta. Sin embargo, al responder
el segundo cuestionamiento, cada uno de ellos afirmó creer que son los “otros”
habitantes de la ciudad quienes no la quieren, no la respetan y no la cuidan. En
otras palabras, y según la muestra que al azar contestó nuestras preguntas, son
muchos los que quieren, valoran y están
agradecidos de Antofagasta, pero cada uno de ellos cree que es el único.
¿Qué nos dice esto? Que nuestra creencia inicial es errónea.
Que no nos sirve, que nos desmotiva y que nos hace crear una realidad que no
nos gusta y que no queremos. Lo que tenemos que hacer entonces, es cambiar la
creencia equivocada. Y al cambiar esa creencia inevitablemente cambiará nuestra
realidad, porque nosotros comenzaremos a actuar con otros parámetros, desde un
punto de vista positivo, motivador y muchísimo más constructivo.
La invitación, entonces, es a que hagamos fuerza de equipo,
a que nos convirtamos en una sola voz, para que todos quienes llevamos a
Antofagasta a en el corazón seamos capaces de cambiar esa creencia inexacta e instalar
definitivamente la idea de que esta ciudad es amada y profundamente valorada y así
podamos contagiar el entusiasmo de vivir aquí e inspirar a todos los
antofagastinos a creer en ellos y en su Antofagasta querida.