(Columna publicada en El Mercurio de Antofagasta el Sábado 4 de Octubre de 2014).
Durante un significativo período de mi vida, trabajé en el mundo de la televisión y el espectáculo. Fue una etapa interesante donde aprendí mucho de la naturaleza humana, de sus grandezas y de sus aspectos más menguantes. Entendí que el showbusiness es un reflejo de la vida misma, aunque quizá en un tono más technicolor, pero donde la tragedia y la comedia comparten el escenario por igual. En ese tiempo, me tocó trabajar muy de cerca con una rimbombante estrella del firmamento local, quien me inspiró para sacar varias conclusiones acerca de los curiosos mecanismos que emplea la psique humana para garantizar la supervivencia del individuo en un hábitat complejo donde continuamente hay que estar defendiéndose del resto de las fierecillas que en él habitan.
Vi de todo y fui testigo de muchas situaciones que me resultaron extremadamente llamativas, sin embargo, una de las curiosidades que pude distinguir -y de la cual el personaje farandulero con el que trabajé era una eximia exponente- tenía que ver con una notable capacidad para soslayar los comentarios negativos, obviar las críticas, esquivar olímpicamente los dardos venenosos y básicamente volverse inmune a los ataques, pelambres, comidillos y rumores malintencionados que suelen proliferar en este tipo de entorno y, para que estamos con cosas, en varios otros entornos también. Es lo que popularmente se conoce como tener cuero de chancho.
Entendido así, el cuero de chancho es un estado mental y un concepto con una connotación positiva, ya que opera como un excelente mecanismo de defensa garantizando nuestra supervivencia y nuestro progreso en la vida. Como todo, claro, llevado al extremo puede ser bastante nocivo, haciéndote perder todo contacto con la realidad para transformarte en un ente que sólo ve lo que quiere ver y escucha lo que quiere escuchar. Es quizá lo que le sucedió a la celebridad a la que me he referido, que con el correr del tiempo no tuvo más que refugiarse en el anonimato de su vida privada, porque finalmente su cuero de chancho se puso tan, pero tan duro, que los únicos comentarios que validaba eran los que provenían de la imagen del espejo cuando ella se paraba frente a él.
El mundo de la farándula es una asertiva caricatura de las venturas y desventuras del resto de los mortales. En nuestras vidas corrientes y cotidianas ocurre lo mismo que en ese ámbito, sólo que sin cámaras, sin maquillaje y sin efectos de sonido. En general, en el peregrinar de la vida la delicadeza de cutis va disminuyendo con el correr de los años y uno se vuelve más selectivo en cuanto a los comentarios que realmente considera versus aquellos cuyo destino no es más que la taza del excusado. La gracia está en tener la sabiduría para reconocer la diferencia y para ello, no hay mejor receta que además de tener los pies bien puestos sobre el suelo, nuestra epidermis pueda desarrollar un grosor, una resistencia y una permeabilidad similar a la del cuero de chancho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario