En esta sociedad
de la información o era digital, se le denomina streaming al proceso de transmisión de datos de manera
continua. Se le llama también difusión
en flujo o lectura en tránsito. Para dejarlo bien en claro, la tecnología streaming
permite ver o escuchar un archivo multimedia (audio o video), mientras éste se
descarga. Con esto, se incrementa la rapidez y la instantaneidad en la entrega
de la información.
Hoy, la
vida es en streaming. Como dice el slogan de una importante cadena de noticias…
“está pasando, lo estás viendo”. En
cierto sentido el streaming es similar al concepto de “en vivo y en directo”,
con la diferencia que ya no es necesario llegar al lugar con un móvil y
conectarse al satélite o transmitir vía microondas. Ahora siempre hay una
cámara en el lugar indicado y en el momento preciso, y siempre hay alguien que
sube a la web lo que esa cámara registró. Nunca antes tantas personas de
lugares tan diversos habían presenciado de manera casi instantánea hechos tan
singulares que ocurren en distintas partes del mundo. En menos de un mes, y
entre otras cosas, hemos sido testigos del momento exacto en que comenzó la
erupción de un volcán; vimos el instante preciso en que una avalancha arrasó
con un campamento en la montaña más alta de la tierra; presenciamos cómo un
terremoto fue in crescendo hasta convertirse en una tragedia con miles de
muertos y observamos boquiabiertos la manera cómo un aluvión arrasó en cuestión
de segundos con un poblado entero.
El mundo se
ha achicado, pero la vida como experiencia se ha expandido. Con el ejemplo que
acabo de dar, en sólo 30 días, hemos visto más que lo que cualquier ser humano pre-era
digital vio en toda su vida. Hoy las cosas ya no se cuentan, más bien se
muestran, dejándonos con la sensación de
que lo que no está en la web, no existe. Quizá por eso uno mismo tiende a
querer mostrar su vida también. Se postea el plato que voy a comer, el lugar en
el que estoy, el estado de ánimo que tengo, el
corte de pelo que hice, y mil y una cosas más, quizá con la oculta
creencia de que si mi vida no la posteo, no existe. Ya no basta sólo con vivir
una experiencia, hay que mostrarle al mundo que uno la vivió.
Pero en
realidad, siempre ha sido un poco así. Parte del valor de vivir una experiencia
es, precisamente, contarla y compartirla. El punto es que hoy la vida en
streaming permite que este proceso sea mucho más brutal: ya no sólo cuento lo
que me pasó, lo muestro casi en tiempo real y al mismo tiempo veo en línea y al
instante lo que le ha pasado a otros.
El mundo
cambió y nunca volverá a ser lo que fue y por lo mismo, porque no hay nada
permanente excepto el cambio, no creo que haya que temerle a la vida en
streaming. Hay que acostumbrarse a ella y aprender a gestionarla, así como la
humanidad se acostumbró a la llegada del automóvil o de la televisión, por
poner un par de ejemplos. La vida en streaming nos conecta con nuestro entorno
de una forma como nunca nos habíamos conectado antes… Sólo hay que procurar que
esa conexión no nos desconecte de nosotros mismos.
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