FreeImages.com/John Evans |
La mayoría
coincidimos: la palabra es fea. Y es tan fea que ni siquiera me atrevo a
escribirla acá. Muchos dirán, pero qué tanto, si ya no es como antes… ahora
hasta en las teleseries y en horario
para todo espectador la usan como si nada. De acuerdo, pero una cosa es
escucharla y otra escribirla. Pero bueno, lo voy a hacer. Ahí va: Hueón…
o weón…. o huevón… como quieran, porque tampoco hay una regla clara para
deletrearla, de hecho no sé si tiene 4, 5 ó 6 letras. Y ahí parece que está lo
que nos seduce: esa cosa medio ambigua y medio chambona que tiene la palabrita
esa, como de maestro chasquilla, que hizo la pega, pero que “guateó” con las
terminaciones.
Porque efectivamente,
al usarla como muletilla, la palabrita esa nos sirve para sostener nuestro discurso, pero como en vez de
afirmarlo en una estructura consistente seria y formal, lo hacemos sobre un
andamiaje que no es más que un mero garabateo, nuestro mensaje, al menos en su
forma, se debilita, parece carecer de solidez y se asemeja más a una
construcción hechiza, medio enclenque, tránsfuga y pacotillera. Y el tema no es
menor, pues si consideramos que el “hueón” (expresado como sustantivo, adverbio,
pronombre, adjetivo o en cualquiera de sus tiempos verbales) va incluido por
defecto en muchas de las frases que pronunciamos en el día, déjenme decirles
que creo que el panorama se vuelve bien sombrío.
Lo he
expuesto aquí otras veces, las palabras crean realidades. Lo que decimos es
importante. Pero cómo lo decimos es incluso más importante. Miguel Ruiz, autor
del best-seller “Los Cuatro Acuerdos”,
propone que seamos impecables con nuestras palabras, porque las palabras “no
sólo son símbolos o sonidos. Son una fuerza; constituyen el poder que tienes
para pensar y en consecuencia, para crear los acontecimientos de tu vida”. Al
mismo tiempo, Ruiz advierte que “las palabras son como una espada de doble
filo: pueden crear el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea. Según
como las utilices las palabras te liberarán o te esclavizarán aún más de lo que
imaginas”. Y agrega que “toda la magia que posees se basa en tus palabras”.
Así las
cosas, el “hueón” no nos hace ningún favor… y ojo que se los dice alguien que
no lo usa poco. Pero entendiendo el poder que tienen las palabras en nuestra
vida, ya no quiero usarlo más. Será un desafío difícil, casi peor que dejar de
comer gluten o carbohidratos, pero pucha que se siente bien uno cuando el pan
deja de ser la base de la dieta. Después de todo lo anterior, intuyo que la
palabrita esa más que una muletilla es
un lastre… un lastre del que es mejor liberarse de una buena vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario