¿Has andado en tren? ¿Y has mirado por la ventana? ¿Te has fijado en la velocidad con la que pasan los postes del tendido eléctrico que hay a lo largo del camino? Pareciera incluso que van más rápido que el tren… y en la dirección opuesta. Cuando niños, esta experiencia nos deja perplejos y podemos estar pegados a la ventana mirando pasar los postes por horas. Cuando grandes, sabemos que es una ilusión. Y que lo que se mueve es el tren.
En la vida sucede lo mismo. Creemos que lo que se mueve es lo que está fuera de nosotros, que los acontecimientos pasan igual que como los postes, que las cosas nos ocurren y que nosotros no tenemos nada que ver con eso. Entonces, nos conformamos con pegar la nariz a la ventana para mirar –asombrados- cómo las cosas pasan, muchas veces en la dirección opuesta.
¿Y si yo te dijera que eso es una ilusión y que lo que se mueve eres tú?
El verdadero viaje no consiste en sentarse a mirar por la ventana… sino más bien en decidirse a conducir el tren.
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