(Escrito el domingo 31 de diciembre de 2017).
“Lo más importante, en la vida es, sonreírle al mundo, con optimismo y fe”… ¿Reconocen esta letra? Es de la canción con que cerraba cada capítulo el histórico programa Jappening con Ja. Escrita por Jorge Pedreros, esta composición se convirtió para muchos en el sound track de los domingos en la noche, y como sucede con las melodías legendarias, cada vez que uno vuelve a escucharlas afloran las mismas emociones que originalmente se asociaron a ella: el término del relajo del sábado y domingo y la inminente llegada de una nueva semana. En otras palabras, el fin de una cosa y el comienzo de otra.
Y hoy, en este último día del año, resulta que curiosamente amanecí tarareando la mencionada cancioncilla… “Ríe cuando todos estén tristes, ríe con más fuerzas cada vez, sólo así podrás, ser siempre feliz, en risas tu vida debes convertir… la la la la laaa.” Y tengo esa misma sensación de antaño: una curiosa mezcla de cierta tristeza y cierta esperanza.
En lo personal este año fue difícil, ha costado, ha estado lleno de desafíos y, honestamente, debiera estar feliz de que termine... En cambio, como que me da pena. Debe ser porque este año aprendí, maduré (sí, uno sigue madurando a cualquier edad) y tengo la misma sensación que se tiene cuando uno – averiada, machucada y todo- logra cruzar la meta de una carrera que a ratos pensé que no iba a terminar.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta que nada es tan terrible; que las tormentas duran un rato, a veces largo, pero nunca, nunca, nunca, son para siempre; que lo difícil no es lo que te ocurre, sino cómo decides vivir lo que te ocurre. Uno aprende que no tiene que pelear todas las batallas y que hay algunas en las que para salir airoso hay que soltar, entregarse, desapegarse y dejar de querer controlarlo todo. Y justo ahí es cuando el mundo se reordena solo.
Hay muchas cosas que aún no entiendo y hay muchas cosas que, honestamente, me gustaría que fueran diferentes y a las que aún me resisto. Pero bueno, sigo negociando conmigo misma para dejar que fluya lo que tenga que fluir.
Despido este año 2017 con gratitud: por todo lo aprendido y porque los años difíciles son donde uno más crece. A toda mi familia, a mis entrañables amigos y a mi misma nos deseo un 2018 lleno de sabiduría, de templanza, de risas, de buenos momentos y de mucha felicidad. A partir de mañana tenemos todo un nuevo año por delante… la la la la la laaaa… la la la… la la la laaaa…
No hay comentarios:
Publicar un comentario