Ilustración: Paulina Gaete.
Para qué estamos con cosas. Ser desatinado es un don. Un
regalo. Así como existe el don de la palabra, el don de la belleza, el don de
la fe, el don de la inteligencia, el don de la clarividencia. Un don. Eso es el
desatino.
Y tal como sucede con los grandes maestros del arte
universal, el desatino cuenta también con elocuentes exponentes. Unos
verdaderos Michelangelos de la falta de tino. Y resulta que a este pechito le
ha tocado –no sé por qué curiosa razón - convivir e interactuar con la crème de
la crème de esta estirpe. Yo conozco a los más capos en la materia. Es más…
conozco al primus inter pares, al king of kings, al Usain Bolt del desatino: el
desatinado que ha roto más records en el mundo, y que incluso, pongan atención, ha sido capaz de batir una y otra vez su
propia marca. Realmente notable.
No sería de muy buen gusto empezar a contar las célebres
anécdotas de este singular personaje. Sobre todo porque este blog está en la
world wide web y el referido podría reconocerse y sentirse conmigo. Por
desatinada, obvio, porque nadie puede andar ventilando la vida de nadie sin su
permiso. Además, muy desatinado será el personaje en cuestión… pero en el fondo
es buena persona. Mucho mejor persona que yo, ciertamente. Entonces me voy a
moderar un poco y voy a empezar a tratarlo con el respeto que se merece, porque
bueno, no es fácil ser EL MEJOR en algo, y eso él claramente lo ha logrado con
creces. No es mi caso, claro. Soy buena para algunas cosas, pero en nada soy la
mejor. Y eso es algo que me pesa, en verdad. A veces pienso qué pena pasar por
esta vida y no haber descollado en nada. Pero la inquietud se me pasa ligerito
y sigo con el tranco de siempre no más. Mi mamá no estaría de acuerdo con lo
que acabo de decir, primero porque, bueno, es mi mamá… y segundo, porque en verdad ella
encuentra que soy tan macanuda… y debo confesarles que a veces, sólo a veces y
cuando ando muy bajoneada, hago como que le creo.
Pero volvamos al tema de hoy y, como les decía, mejor
dejemos la identidad de esta celebridad en el misterio y centrémonos más
bien en el fenómeno del desatino. Un fenómeno que, déjenme decirles, se está
esparciendo en el mundo como una pandemia. Y es curioso, porque no pasa lo
mismo con otros dones como la inteligencia –que en verdad parece estar cada día
más escaza- o con la fe o la belleza… Esos dones no son contagiosos. No se
pegan. Este otro sí y pucha que se nota. No es un don que se pueda disimular,
como la inteligencia, por ejemplo. Porque –no me vengan con cosas- sí se puede
confundir un tonto con un inteligente o
un inteligente con un tonto ¿cierto? El desatinado, en cambio, no se confunde
con nada. Salta a la vista. Se nota a la legua. Es tan destemplado en sus
comentarios que siempre se revela a poco andar. Su naturaleza es más fuerte que
él. No filtra, no retiene, no procesa, no mide consecuencias… sólo abre la boca
y deja salir lo que tenga que salir: una palabra, una frase, un sonido gutural
e incluso un eructo.
Desatinados, como señalé, hay muchos. Pero he escogido tres
personajes que claramente muestran una mayor tendencia a manifestar este
singular don con que fueron bendecidos al nacer…. Los procedo a enumerar y advierto que cualquier similitud con la vida real es sólo mera coincidencia:
1. La suegra: Es
el personaje con más probabilidades de cometer un desatino. No sólo porque
efectivamente tiene talento para ello, sino porque, querámoslo o no, todo lo
que ella diga o haga será escrutado con minuciosidad quirúrgica por parte de su
yerno o nuera. Un ejemplo de antología es la suegra que para el matrimonio de
su hijo decidió que su vestido de madrina sería nada más y nada menos que de
color blanco. Absolutamente desatinada, pues. Eso no se hace.
2. La abuelita:
Mientras más anciana la señora, más propensa a cometer algún desatino. Como
sucedió cuando a mi propia abuela le presentamos a su bisnieta “Qué guagüita
más liiiiinda… -dijo tiernamente la veterana- ¿A quién habrá salido?” Con mi marido nos
miramos e igual que Condorito nos caímos para atrás… ¡Plop!
3. El marido:
Este ejemplar generalmente confunde
desatino con honestidad. Como le ocurrió a la hermana de mi mejor amiga, que
sólo 5 días después de parir a su segunda hija, y habiendo quedado la pobre con
38 kilos de sobrepeso, salió del baño envuelta en una minúscula toalla para
buscar la crema anti-estrías que se le había quedado en el closet. Su marido
estaba tendido en la cama, haciendo lo que hacen los maridos cuando están
tendidos en la cama: jugando con el celular y mirando “El precio de la
historia” en el History Channel. Luego de tomar la crema anti-estrías, la
hermana de mi mejor amiga volvió a entrar al baño, momento en el cual la toalla
se le resbaló dejando al descubierto su voluminosa retaguardia… “¡Tremendo
poto!” exclamó torpemente su cónyuge. Como para cachetearlo.
Finalmente quiero decirles, si alguien está libre de pecado
que tire la primera piedra. Es verdad que ser desatinado es un don… pero a
todos se nos ha arrancado la moto alguna vez. Nadie es tan medido y equilibrado
como para no haber metido la pata nunca. A todos nos ha patinado alguna vez la
catalina… a todos se nos ha soltado la cadena…
a todos se nos ha rayado el disco… a todos se nos ha enredado la cinta
de la cassette… Se entiende la idea ¿no? Entonces en vez de apuntar con el dedo
al desatinado de turno… querámoslo… porque a fin de cuentas, el mismo Papa Juan
Pablo lo dijo… “el amor es más fuerte” y quién sabe, a lo mejor es sólo amor lo
que se necesita para dejar de decir sandeces.
O para dejar de sufrir por ellas. Digo yo.
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