Ilustración: Paulina Gaete.
Soy chilena y a mucha honra. Me gusta mi país. Lo quiero. Lo
amo. Lo adoro. Me carga cuando los mismos chilenos empezamos a despotricar
contra nuestra Patria. O lo que es peor, cuando empezamos a pelar a nuestros
connacionales… Como si nosotros no fuéramos chilenos, sino de una raza superior…
De adónde, pues. Detesto frases como “el pago de Chile”, o “estas cosas sólo
pasan en Chile” o “chileno tenía que ser”… ¿Pero saben por qué me molestan
tanto? Porque esas frases en el fondo, en el fondo… son la pura verdad. Me
rindo ante la evidencia de los hechos. Lo digo con pena. Pero al mismo tiempo,
lo digo con risa. Porque al fin y al cabo, mejor reírnos de nuestra propia
tragedia. ¿Para qué nos vamos a hacer los tontos graves?
Y en esta curiosa singularidad de fenómenos que sólo ocurren
en esta larga y angosta faja de tierra, quiero referirme específicamente a una
serie de leyes, que aunque no están escritas, están plenamente vigentes en nuestro
tricontinental territorio nacional y, es
más, me atrevería incluso a señalar que gozan de una mayor popularidad que las
leyes tradicionales… Todos las conocemos y son ampliamente practicadas. Veamos:
La ley del mínimo esfuerzo: Es la ley estrella en este país. La que tiene más
seguidores. Básicamente postula que sea
lo que sea que haya que hacer, hay que hacerlo “al peo”. Suena feo, lo sé, pido
disculpas. Claramente la coprolalia no es el estilo de este blog, pero es lejos
la expresión más plenamente descriptiva de esta ley. Y estoy segura que todos
la entendieron sin problemas. Ahora, debo advertirles, que a medida que avance
el texto, la cosa se pone más coprolálica aún.
La ley del hielo:
Es una ley muy cruel. Se les aplica a todos aquellos a quienes no consideramos
dignos de nuestro saludo, de nuestra
conversación e incluso de nuestra mirada. Ya sea porque nos caen mal de presencia,
o porque tuvimos algún encontrón con ellos, o porque les “tenemos mala” no más.
La ley del hielo tiene dos versiones: la versión justa y la versión injusta. La
versión justa es cuando nosotros le hacemos la ley del hielo a algún odioso
personaje que desaprobamos. La versión injusta es cuando alguien nos hace la
ley del hielo a nosotros… “que somos lo más buenos que hay”, que “olvídate cómo fui yo con ella/él”, que “nunca le hemos dicho un sí ni un no” y
que “jamás nunca, never in the world, he
tenido mala onda con nadie… lo juro”.
La ley de la selva: Esta
ley alude precisamente al estilo de vida que se practica en aquellos hábitat de
vegetación exuberante, animales salvajes, bestias indomables, manadas
incontrolables, hordas hambrientas y dispuestas a todo por lograr una sola
meta: sobrevivir. ¿Les suena? Sí, es más o menos lo que sucede también en otro
tipo de selvas como las de cemento, que se encuentran preferentemente en las
grandes urbes del país. En dichos
ecosistemas urbanos también se lucha para evitar la expiración. ¿Quién se
beneficia de esta ley? El más fuerte, el más pillo, el más atropellador, el más
pulento, el más chi-guá. Sin embargo,
lo peculiar en el caso chileno, es que esta ley es practicada con ahínco y
pundonor no sólo en la selva, sino por doquier… en el desierto, en el bosque, en
la playa, en la llanura, en la pradera, en la pampa, en la depresión
intermedia, en los valles transversales y en la cordillera de la costa.
La ley pareja: En otros países, la ley pareja
no es dura. Pero fíjense, que de acuerdo a mis observaciones, en nuestro país
el fenómeno se da absolutamente al revés. En Chile, la ley pareja es más dura
que la cresta. Todos alegan, todos protestan, a nadie le gusta, nadie quiere
pagar los platos rotos, nadie quiere hacerse responsable de sus actos, tanto
los actos que cometen individualmente como los que cometen como grupo.
¿Resultado? Todos contra la ley. Por ejemplo, cuando castigan al curso completo
porque en verdad los colegiales se han portado como las reverendas… queda la crujidera no más.
Y lo peor es que los que crujen no son los alumnos castigados sino los padres
de los angelitos. Pero como la ley es la ley. Y en este caso se trata de la ley
pareja… calleuque el loro no más.
La ley de Moraga:
Esta es la que más me gusta. Es mi ley preferida. No sólo porque lleva el
apellido de un personaje a quien yo detestaba con toda mi alma (ahora ya no
porque el pobrecito se murió en agosto del año pasado), sino porque me
fascina esa musicalidad que tiene cuando nombramos a esta ley y a su
correspondiente slogan. Escuchen: “La ley
de Moraga… el que caga, caga”. Suena
rico ¿no? Pura armonía. Bueno, el trasfondo de esta ordenanza señala más o
menos que si por ejemplo, van a construir
el Metro en tu ciudad, todos los habitantes están felices menos los que cacharon
que la línea del Subte va a pasar justo por el living de su casa… Según esta
ley, esos tristes chilenos cagaron no más.
Y lo peor es que no tienen a quién ir a alegarle
tampoco, porque como les contaba, el señor Moraga murió el año pasado... mejor no les digo de qué.
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