Ilustración: Paulina Gaete
Dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos…
Y bueno, puede ser. Lo que pasa con esta frase, es que generalmente quienes la
citamos o la pronunciamos, no nos incluimos en ella. Como que miramos desde
nuestro palco el actuar de los “otros”
tristes mortales que carecen del sentido común que a nosotros –obvio- nos brota
a borbotones. Sí, seamos honestos, todos
nos sentimos un poquito así de cuando en cuando y de vez en vez… un poquito
mejores, un poquito superiores, un poquito más avispados, un poquito más
sensatos.
Bueno, es una reacción bastante humana por lo demás.
Enceguecidos como estamos por nuestro ego quien se ha encargado de meternos
cuco desde el mismísimo instante en que nacimos, haciéndonos creer que él (el
ego) es todo lo que somos y obligándonos a crear estos desastrosos mecanismos
de defensa que funcionan en automático y entre los que está la mala costumbre
de encontrar que nosotros hacemos todo bien y que el resto hace todo mal. Los
tontos son ellos; ellos son los tarados; ellos los que no cachan, los que no
atinan, los que no saben, los poco alentados, los flojos, los desatinados, los
que no tienen sentido común.
¿Será tan así, digo yo?
No pues. Esa es la respuesta que tengo que dar. Porque a
pesar de que la mismísima definición del concepto de “sentido común” implica
que estamos hablando de ciertos códigos validados por un conjunto de personas,
de algo que es común a un grupo, no existe una tabla o un acuerdo formal y/o escrito
al respecto (tipo Código Legal o Constitución de la República). El “sentido común”, entonces, queda como en
tierra de nadie, en una posición bastante más volátil, más frágil, más ambigua.
Una posición que permite que cualquiera se arrogue el derecho de interpretar a
su antojo lo que significa “sentido común”… y, les digo, esa interpretación siempre será
personal, particular, limitada por lo que cada uno cree, piensa y opina que es
el “sentido común”.
Sí. Ya sé que socialmente hay códigos que no son explícitos,
que todos compartimos y que no necesariamente están tallados en piedra. Como
por ejemplo, un código implícito bastante singular de nosotros los chilenos es
que si nos invitan a comer a las ocho de la noche, NO es correcto llegar a las
ocho de la noche… sino más bien entre
ocho y media y nueve. Es un acuerdo tácito.
Otro acuerdo tácito es lo que ocurre en el vecindario donde
vivo. En estricto rigor, las calles son públicas y cualquier cristiano puede
estacionar su auto donde quiera (mientras se rija por otro código común que sí
está escrito y que son las leyes del tránsito). Sin embargo, en mi barrio se ha
acordado tácitamente que el espacio de la calle que está frente a cada casa es para
estacionamiento exclusivo de los dueños
de esa casa. Obviamente es un acuerdo que compartimos quienes vivimos en el
sector… y funciona muy bien. Excepto cuando vienen visitas. Porque, claro, las
visitas no tienen idea de esta normativa particular/virtual/local y llegan y se
estacionan en cualquier espacio de la calle habilitado para el estacionamiento.
Y ahí empiezan los problemas, porque cuando quienes me visitan a mí se
estacionan en el espacio que le corresponde al vecino, hacen algo que no es de “sentido
común” y cuando las visitas del vecino se estacionan en el espacio que está
frente a mi casa, hacen algo que está mucho peor… (Broma!)Claro, porque en ese caso, ése sentido no tiene nada de común. Era sólo un sentido común para mí con mis vecinos, pero no para mí con mis visitas. Ya. Lo mismísimo pasa a nivel personal. Por eso ahora, después de toda esta reflexión vuelvo a citar nuevamente la frase con que comencé: “el sentido común es el menos común de los sentidos”, no porque sea poca la gente que tiene sentido común… sino porque habitualmente el sentido al que nos referimos no tiene nada de común con el sentido al que se refieren los demás. O sea, estamos hablando de códigos que no compartimos y que no hemos validado como miembros de un grupo.
Por lo tanto, la próxima vez, antes de catalogar el actuar
de los demás… procuremos recordar que lo que cada uno de nosotros considera de “sentido
común”, en realidad sólo se refiere a “mi personal y particular sentido común”.
Y por favor, si vienen a mi casa, estaciónense sólo en el
espacio que está frente a mi fachada. Para no tener problemas con los vecinos,
digo yo.
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