jueves, 19 de diciembre de 2013

La pared equivocada

(Columna publicada en El Mercurio de Antofagasta el sábado 14 de diciembre de 2013)

El camino más corto para cumplir los propios sueños es no traicionarse. Ser fiel a uno mismo. Pero ¿qué es ser fiel a uno mismo? La mejor forma que tengo para explicarlo es recurriendo a lo que he bautizado como los “momentos de lucidez”. Se trata de fugaces instantes en los que de pronto todo se nos muestra claro y evidente. Breves intervalos de tiempo en los que las dudas desaparecen, todo se ordena y se jerarquiza de una forma tan perfecta que la sensación interna es de absoluta claridad.
Todos hemos experimentado alguna vez esos “momentos de lucidez”, que emergen con mucha fuerza cuando, por ejemplo, perdemos a un ser querido. O cuando la vida nos pone una prueba dura y difícil. Por algunos brevísimos instantes cuando aún el impacto no nos abandona, el naipe se ordena. Lo verdaderamente importante se posiciona como lo verdaderamente importante, y ciertas preocupaciones que antes nos parecían tan vitales se deshacen como burbujas en el aire.

Sin embargo lo que he observado, es que más temprano que tarde esos “momentos de lucidez” pasan, se van y se olvidan y todo vuelve a ser como antes. Como señaló Stephen Covey en su aclamado best seller  “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva”:  “resulta increíblemente fácil caer en la trampa de la actividad, en el ajetreo de la vida, trabajar cada vez más para trepar por la escalera del éxito, y descubrir finalmente que está apoyada en la pared equivocada.” Bueno, según mi interpretación, la pared equivocada simboliza la traición a uno mismo, a nuestra propia esencia, a nuestros propios deseos. La pared equivocada no son más que los sueños y las expectativas de otros.

Una enfermera australiana llamada Bronnie Ware, trabajó durante muchos años asistiendo a enfermos desahuciados a quienes los doctores habían enviado a morir a la casa. En muchos sentidos ella fue una mujer privilegiada porque pudo compartir los enriquecedores “momentos de lucidez” de los pacientes que cuidó. A partir de su experiencia, escribió “Los 5 principales remordimientos de los moribundos”.  Y ella misma relata que el lamento más común de todos, el arrepentimiento número uno era el siguiente: “Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí”.

Honrar nuestros sueños es quizá el acto más valiente que podemos hacer por nosotros mismos. Tratemos de atesorar los “momentos de lucidez” y sobre todo, evitemos apoyar nuestra escalera en la pared equivocada.

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