No quisiera tener que teñirme el pelo nunca más. Lo sé. Con todo lo que invierto en el tema, no son buenas noticias ni para la industria de coloración capilar ni para mi querido peluquero, que en verdad es un ángel y sabe que no es nada personal con él. Es más bien algo personal conmigo. Pero ojo, tampoco es tan dramático. Sólo dije "no quisiera tener que teñirme el pelo…" Es sólo una declaración de intensión y ningún caso se trata de una decisión tomada, porque honestamente, no estoy para nada segura de poseer la valentía para llevar a cabo mi idea y sobreponerme a todo lo que implica el descarnado proceso de dejarse crecer… las canas.
Lo que tengo es más bien un anhelo y unas poderosas ganas de liberarme del grillete de la tintura. Un grillete que cada tres semanas me obliga a disponer de tiempo (que siempre es escaso), de dinero (que tampoco me sobra) y de paciencia (que derechamente, en mi caso, hay re-poca). Pero lo más patético de todo, es que yo misma tengo la llave del grillete y no me atrevo a soltarlo. Me da susto y pudor y cargo de conciencia y un millón de otras cosas más, entre las cuales está el maldito "qué dirán".
¿Qué dirán? ¿Me veré más vieja? ¿Luciré menos atractiva? ¿Pareceré mayor? ¿Le gustaré a mi marido? ¿Y mis amigas, que son brutalmente honestas, qué opinarán? ¿Los amigos de mis hijos creerán que soy la mamá de su compañero de curso o pensarán que soy la abuela? Tendría que cambiar la foto de mi perfil de Facebook y del Whatsapp… ¿Y qué dirán quienes no me ven en persona hace tanto tiempo? ¿Seré capaz de hacerme la chora y soportar tanta presión? ¿Quién me pone la presión? ¿Ellos?... ¿Yo?
…Yo.
¿Cuántos grilletes más andamos arrastrando por la vida? Grilletes que están atados a nuestros tobillos, que nos torturan al caminar, que nos entorpecen el avance y que nos impiden ser como queremos ser. Sin embargo, aunque las llaves para abrirlos las tenemos en nuestras propias manos, somos nosotros los que no nos queremos liberar. Obedecemos a la lógica ilógica del "qué dirán", pensando que son todos los demás quienes nos imponen sus reglas… cuando en realidad somos nosotros los que hemos decidido acatarlas. Creo que no es tema si me tiño o no me tiño las canas. Lo que sí es tema, es que mi vida esté teñida por las opiniones y juicios de los demás. Y en ese caso, claramente… la única que destiñe soy yo.
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