¿Recuerdan
lo que sentíamos en cada inicio de un nuevo año escolar? “¡Este año sí que sí!
¡Voy a mejorar mi promedio, voy a estudiar todos los días, voy a hacer las
tareas a tiempo, voy a poner atención en clases y mis cuadernos serán los más
hermosos, pulcros y ordenados de todo el colegio!”. Me atrevería a decir que siempre las primeras
páginas de los cuadernos de un altísimo porcentaje de alumnos son las más
bonitas, con una caligrafía de calígrafo y con títulos escritos en rojo y subrayados
con regla. Sin embargo, a poco andar, ya en la tercera o cuarta página del
mentado cuadernito, nos olvidábamos del rojo, de la regla y, definitivamente a
partir de la quinta página, la pluscuamperfecta caligrafía volvía irremediablemente
a ser la misma maraña de siempre.
Con las
buenas intenciones de Año Nuevo sucede algo parecido, porque al igual que los
fuegos artificiales que se lanzan justo a la medianoche, a pesar de que emergen
como estruendosas y encandiladoras promesas, con el paso del rato se van diluyendo... y finalmente, el peso de la cotidianidad,
anexado a las mil y una excusas que somos capaces de esgrimir, los terminan por
sepultar. Raya para la suma: seguimos haciendo lo mismo de siempre y terminamos
siendo lo mismo que somos. Para cuando nos damos cuenta del fracaso de nuestras
buenas intenciones, sentimos que ya es demasiado tarde y que no queda otra que
esperar al próximo año, para ver si entonces, Dios mediante, seremos de una vez
por todas, capaces de cumplir lo que tanto anhelamos.
Es que por
alguna extraña razón solemos ver las 00:00 horas del 1 de Enero como el separador de un kardex, que
crea y abre un nuevo espacio para la generación y archivo de nuevos contenidos.
La sensación que acompaña a este hito es similar a lo que uno experimenta
cuando resetea el computador. O, por ponerlo en términos más domésticos, muy
parecido a lo que se siente cuando se termina de lavar y ordenar la loza de la
cocina después de almuerzo. Por un segundo todo vuelve a estar como debe estar:
los platos limpios y guardados; el computador reconfigurado y restaurado; la
nueva pestaña del kardex incólume y lista para ser usada. Desde esta
perspectiva el nuevo año se presenta como potencialidad pura y la sensación es
francamente… maravillosa.
Muy bonito,
pero el error, creo yo, está en creer que este es un ejercicio anual y que la
oportunidad para volver a empezar se da sólo una vez cada 365 días, cuando en
verdad no es así. Cada momento y cada segundo constituyen siempre una nueva
oportunidad. La vida nos ofrece a cada instante la posibilidad de empezar a
usar un cuaderno nuevo. Las recaídas son parte del avance y sería bueno
entender que no hay que esperar que el planeta Tierra dé la vuelta completa
alrededor del Sol para empezar nuevamente a escribir los títulos en rojo y a subrayarlos
con regla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario