Tan
importante como empezar algo es terminarlo. Nada hay más tormentoso que dejar
las cosas inconclusas. Trabajos, encargos, relaciones, tareas, historias, lo
que sea, siempre es mejor terminarlo. Muchas veces, el esfuerzo invertido se
pierde si uno no llega hasta el final y la energía gastada en un proceso
inconcluso se convierte en agua estancada dentro del foso de nuestras aspiraciones
y metas.
Ya sean
pequeñas tareas, como grandes proyectos, si uno sucumbe ante los contratiempos,
o si cedemos ante la resistencia, o si bajamos los brazos ante la dificultad,
poco a poco y casi sin percibirlo se va desdibujando la fe que tenemos en
nosotros mismos. Y eso, honestamente, es quizá una de las cosas más graves que
nos pueden pasar porque horadamos nuestra capacidad de cumplir sueños, de
materializar ideas, de concretar aspiraciones y de sentir que somos capaces.
Puedes
pasarte la vida entera haciendo cosas, pero si nunca terminas algo nunca
tendrás nada que mostrar y parecerá como si nunca hiciste nada. Las excusas,
las justificaciones y la victimización constituyen a veces los argumentos
perfectos para dejar a medio camino lo que alguna vez empezaste. Pero no te engañes, nada de eso te libera de
responsabilidad, sólo te hace creer, falsamente, que hay factores externos a ti
que pueden comandar tu vida. Y esto se refleja en lo grande y en lo pequeño.
Veamos:
estás frente al computador, lees un email, empiezas a contestarlo, algo te
pasa, no sabes bien qué responder o cómo decirlo y decides dejar la respuesta
para más rato, entonces vuelves al documento Word y sigues escribiendo el
informe, pero las ideas no fluyen y entonces abres el navegador de Internet y
empiezas a leer el diario, pinchas una noticia que te interesa y descubres que
el cuerpo de la noticia es muy extenso y optas por sólo leer el primer párrafo,
no la noticia completa, y entonces recuerdas que debes devolver el llamado a
Juan y mientras estás marcando el número, decides que es mejor enviarle un
Whatsapp, pero antes de entrar en materia, prefieres enviarle el último meme
que te llegó… y Juan te manda de vuelta cinco emoticones llorando de la risa y
te dice que ahora va saliendo a almorzar y entonces miras el reloj y te das
cuenta que sí, que es hora de comer algo y dejas todo congelado hasta la tarde,
y mientras tomas la chaqueta y caminas hacia la puerta piensas… “¡Ufff… la mañana
vuela!”. Raya para suma: cero. Hiciste mucho, pero no terminaste nada.
Si tu día a
día es sospechosamente parecido a la escena que acabo de describir, lo más
probable es que los grandes proyectos y desafíos de tu vida tengan la misma
suerte. Una de las frases más ciertas que he leído jamás es la siguiente: “como
haces una cosa, las haces todas”. Si lo que aquí he escrito resuena en ti, primero
empieza por terminar lo pequeño: recibe el mail, léelo, redacta la respuesta y envíala.
Habrás dado un gran paso. Más importante que empezar algo es terminarlo, cerrar
el ciclo, llegar a puerto, cruzar la meta, mostrar un resultado… creer en ti.
No te falles.
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