Ilustración: Paulina Gaete
Básicamente la pregunta es por qué estamos aquí. Por qué y
para qué. ¿Cuál es la razón para que nos tomemos la molestia? ¿O está mal dicho
que sea una molestia? Honestamente, nada está mal dicho, en la medida que venga
desde adentro. Desde ese lugar intangible pero real; desde ese lugar
indescriptible, pero completo; desde ese lugar tan escondido, pero tan abierto.
Ahí donde están todas las respuestas, todas las verdades, todas las
posibilidades. ¿Pueden imaginar ese
lugar? ¿O sólo pueden sentirlo? Habitualmente, al menos en mi caso, lo
vislumbro sólo a través de destellos… Brevísimos instantes en que todo parece tan
claro, tan obvio, tan incuestionable… y luego esos instantes desaparecen, se
van, se esconden en la cordura de la vida, en la razón, en la lógica y en toda
esa maraña de falsas verdades que se han ido inventando a través de los siglos.
Pero que el destello no alumbre, no significa que no haya
nada que alumbrar. Significa solamente que estamos a oscuras… ¿Alguien sabe
dónde está el interruptor? Hay varios que dicen que lo han encontrado y que lo
encienden y lo apagan a discreción. Me he leído todos los libros donde cuentan
su aventura, ninguno de esos libros incluye el mapa que necesito. A veces no
entiendo lo que dicen. Otras veces me ilusiono con sus historias. Pero al final
ninguna de ellas es mi historia. Y me quedo igual que como empecé. Sé más
cosas, pero estoy igual de ciega. A eso me refiero.
Y mientras tanto, hay que seguir viviendo. Seguir
funcionando. En un mundo que es complejo de entender. Y la pregunta sigue
intacta: ¿Por qué estamos aquí? Me levanto todos los días. Hago todo lo que
tengo que hacer y cuando llega la noche y apago la luz y cierro los ojos… la
respuesta tampoco aparece. Y me duermo no más. ¿Será que hay preguntas que no
tienen respuesta? No creo. No debiera ser así la cosa. Si la pregunta se ha
manifestado, entonces por defecto la respuesta tiene que estar en algún lugar.
Como cuando se te pierde un calcetín… en algún lugar está el que anda perdido.
Aunque no lo encuentres nunca más. No es que el que se perdió no existe, es que
se perdió no más. Los calcetines huachos son sólo una ilusión, porque en
verdad, ningún calcetín es huacho. No se hacen calcetines de a uno. No se
fabrican por unidad. Siempre vienen juntos, de a pares, de a dos. Con las preguntas y las respuestas pasa más o
menos lo mismo. ¿Me entienden?
Entonces, esta analogía como que me gustó. Porque así me
siento. Como que ando desesperada buscando el calcetín que se me perdió. Lo más
irónico en todo caso, es que si las respuestas a las preguntas difíciles se
comportan como el calcetín perdido, entonces el día menos pensado vamos a abrir
el cajón y voilà… todo siempre estuvo donde
tenía que estar… ¿Será tan así?
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