(Columna publicada en El Mercurio de Antofagasta el sábado 5 de Abril de 2014).
Ha sido una semana extraña. Diferente, diría yo. No quiero
calificarla ni de buena, ni de mala. Ésa es más bien una evaluación que cada
uno hace íntimamente. Y aunque aquí en Antofagasta los remezones han sido más
suaves que en Iquique o Arica, cuando se te mueve el piso, se te mueve todo, telúrica
y metafóricamente hablando.
De un momento a otro, lo impredecible sucede, los temores
afloran, las reacciones no se piensan mucho, la rutina se altera y nuestra
esencia queda al descubierto… para bien o para mal. Y como siempre y como todo
en la vida, uno elige. Uno elige qué va a hacer con esto que pasa, con esto que
irrumpe inesperadamente, con esto que te detiene y que por unas horas, días o
semanas, te hace en cierta forma cambiar tu cotidianidad.
Y las opciones son claras. O la situación me supera o yo me
supero gracias a la situación. Y creo que ahí está el valor. En la medida en
que algo me hace salir de mi trajín rutinario, de ese día a día que a veces me
agobia y me cansa, es que tengo la oportunidad de verlo todo desde otra
perspectiva. Y todo milagrosamente cambia. Y el agobio se transforma en un
regalo y el cansancio se convierte en un ajetreo añorado. Y empiezo a echar de
menos todo eso que en momentos de tedio y desánimo, renegué.
En mi caso, la alerta de tsunami me pilló en la hora “peak” del día. Cuando baño, doy comida y
acuesto a mis hijos. Y debo confesarles que con tres pequeños y no tan pequeños
–otras madres seguro me entenderán- lo único que quiero a veces es que ese
álgido momento sea fácil y bonito… y que pase pronto. Bueno, el martes pasado ese
momento fue repentinamente interrumpido. Y cuando me vi arriba del cerro con
mis hijos forrados en mantas sin saber a qué hora íbamos a volver a nuestra
casa, el momento “peak” se transformó
en un momento “click”. Todo encajó.
Todo se armó. Y todo adquirió un nuevo sentido. O mejor dicho, retomó el
sentido original.
Es un ejemplo simple. Pero es un ejemplo válido. Pasarán
muchos años, quizá toda la vida y estoy segura que muy pocos nortinos olvidarán
lo que estaban haciendo el martes pasado a las 20:46 horas. Fue una experiencia
que a todos nos sorprendió y a muchos nos inquietó. Pienso que a nivel individual
es bueno quedarse con la sincronía del evento. Y con el recado que esa
sincronía trae para cada uno. Porque ésa lectura siempre es personal,
particular, única y casi siempre suena así: …“click”.
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