A veces no es
necesario dar la batalla. Con sólo bajar los brazos basta para que la pena se
acabe, la rabia se desvanezca o para que el problema que parecía tan grande se
haga insignificante. La resistencia hace que lo que nos molesta crezca y se
desproporcione. La resistencia es esa parte
testaruda que cada uno tiene y que se activa cuando uno se siente amenazado.
Pero resulta que la mayoría de las amenazas no son reales, son simplemente
interpretaciones subjetivas de situaciones o hechos que nos toca vivir. Eckhart Tolle, dice en varios de sus
libros que “todo aquello contra lo cual
luchamos se fortalece y aquello contra lo cual nos resistimos, persiste”. William
Ospina lo explicó magistralmente en este brevísimo cuento:
“-Te devoraré- dijo la pantera.
-Peor para ti- dijo la espada.”
Hace mucho tiempo, yo tenía una amiga quien me dijo
una vez: “yo siempre ando con la escopeta cargada… es la única forma que te
respeten”. En su momento y en mi ignorancia y falta total de experiencia y de
visión, encontré que su actitud era genial. A poco andar, caí en cuenta que ser
amiga de mi amiga era agotador: peleaba con todo el mundo, era pesada,
agresiva, hiriente y respondía mal. Sí, al principio parecía como si ella
provocara respeto, pero en realidad lo único que infundía era miedo, pues
miraba a todo el mundo como enemigo potencial y la gente –obvio- la evitaba. Dejé
de ser su amiga cuando entendí que la peor enemiga de mi amiga era ella misma y
que ésa era la única pelea real que ella tenía que dar.
La vida no es un campo de batalla, aunque muchas veces
parezca que sí. Si entendemos nuestra existencia como un lugar de combate,
inevitablemente tendemos a dividir el mundo entre buenos y malos y nuestro
objetivo siempre será liquidar al enemigo: "ellos o nosotros”. Pero no
olvidemos que según la ley del espejo, los enemigos que vemos afuera, son en
realidad un reflejo de los enemigos que tenemos adentro.
Por eso, las verdaderas batallas son siempre íntimas y
personales. Lo único que tienen que hacer los auténticos guerreros es vencerse
es a sí mismos. Lo irónico es que para vencerse a uno mismo ¡no hay que dar
ninguna batalla!... basta simplemente con bajar los brazos, aceptar, soltar y dejar
ir. Cuando sueltas, te liberas y te das cuenta que el problema nunca existió
realmente, más que en tu propio universo personal. Lo que sucede finalmente, es
que si uno está en paz con uno mismo no tendrá ninguna necesidad de declararle
la guerra a nadie, ni de emprender batallas que son francamente… inútiles.
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