Pixabay/Alexas_fotos |
“Los grandes
estrategas del marketing son bien ocurrentes”, pensé, “con qué habilidad pueden
transformar una característica común y silvestre en un pomposo atributo lleno
de estilo y charme”. Porque estamos claros que es bien distinto comprarse un
auto usado que un auto “seminuevo”. Y me acordé de otros términos que ayudan a
enchular ideas y cosas, como por ejemplo, las almohadas con “memoria”. Que yo
sepa, las almohadas no cuentan con cerebro y mucho menos con neuronas (en el
mejor de los casos tienen sólo plumas) por lo que es bien difícil que posean algún
tipo de capacidad de recordación. Sin embargo, decir que una almohada tiene
memoria porque después de aplastarla recupera su esponjosidad inicial, no sólo suena
mucho más glamoroso sino que además le brinda al producto un seductor matiz tecnológico.
Y, efectivamente, dan ganas de comprar la bendita almohada.
Aunque está claro
que los creativos de la publicidad utilizan los eufemismos para vender un
producto, me pareció interesante hacer el ejercicio de extrapolar a otros
ámbitos de la vida esta manera tan ventajosa y halagüeña de presentar los
bienes y las ideas. No siempre todo tiene que ser tan literal y, de alguna
forma, animarse a pensar y hablar en términos más emperifollados puede ser el
punto de partida para acostumbrarse a ver el lado más amable de las cosas. En
general, estamos tan negativizados que promover el positivismo fijándonos en
cómo decimos lo que decimos, puede ser una buena idea.
Por ejemplo, resulta
mucho más estimulante mirarse al espejo y, en vez de acotar que uno está un
poco más gorda, animarse a decir que uno está “semiflaca”. Suena chistoso, no
lo niego, pero creo que de verdad sirve permutar los términos pues eso hace que
cambie absolutamente la carga energética del comentario. Así, dejamos de usar un
adjetivo (gorda) que tiene una evidente connotación perniciosa para
reemplazarlo por otro concepto que hace énfasis en lo positivo. Lo mismo pasa,
por ejemplo, con el término “país subdesarrollado” v/s “país en vías de
desarrollo”. Estamos hablando de lo mismo, pero la energía detrás de cada concepto
es diametralmente opuesta y ahí está lo notable.
Cuidar la
retórica del día a día debería ser un hábito tan internalizado como lavarse los
dientes. Lo he dicho otras veces en esta misma columna, las palabras no son
sólo palabras. Don Miguel Ruiz en “Los Cuatro Acuerdos” señala: “sé impecable
con tus palabras, pues las palabras son el poder que tienes para crear”, y si
es así, utilicémoslas para crear realidades que nos estimulen, nos potencien y
nos hagan sentir un poco mejor… no al revés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario