Hay una voz incansable, imparable y a veces hasta insoportable…
la voz en la ducha. Cada vez que estoy “como Dios me trajo al mundo” bajo el
chorro de agua, lista para abstraerme del mundanal ruido y disfrutar del tibio
placer de las gotas deslizándose por mi
piel, aparece ella, con la metralleta en la mano, sin recato, sin pudor,
destemplada, invasiva y dispara no más, da lo mismo donde caiga el perdigón…
“Mañana es el cumpleaños de la Coti, me falta el regalo. ¿Qué
le compro? A ella le gustan las antigüedades. ¿Dónde hay antigüedades en esta
ciudad? En el mercado. Qué bueno, así aprovecho de comprar reineta para hacer
un ceviche. No, mejor no. Engorda. No tanto el pescado sino todo lo adicional.
Y estoy absolutamente fofa… mira este rollo, no baja con nada. Hoy sí que empiezo
mi dieta. Juro y re-juro que no voy a comer ni pan ni masas por toda esta
semana. Necesito estar bien para el domingo. Hay una corrida familiar y qué
vergüenza ponerme calzas con este trasero. Mejor le digo a Cristián que vaya
solo con los niños a la corrida, yo los espero en la meta. ¡Chuta! Verdad que
tengo que comprarle zapatillas a la Leti. Hoy voy sin falta al mall. No, hoy no
puedo, tengo hora al doctor con la Elena. Tengo que sacar el bono. Entonces ya
que voy a ir a la Isapre, voy a reembolsar la consulta de la dermatóloga. Y
todavía no compro la crema que me recetó para las manchas. Esa doctora sí que
tenía la piel bonita. Tersa, sin ninguna mancha. Pero tenía mal aliento ¿Será
buena para el ajo? Aunque dicen que el ajo es un excelente antibiótico. Voy a
empezar a echarle más ajo a las comidas, porque así capaz que los niños no se
enfermen tanto. Al menos, este año vamos súper bien. Ninguno ha caído todavía. Qué
bueno porque no quiero que falten a colegio. Sobre todo Max. Que le ha ido tan
bien últimamente. Y está tan estudioso. ¿A quién habrá salido? Claramente no a
mí. Y a su papá… Mmmmm, no creo. Aunque según mi suegra mi marido era un niño
ejemplar. Mi suegra. Mi suegra. Mi suegra. Hace tiempo que no la llamo. Pensar
que yo también voy a ser suegra algún día. Capaz que me toque una nuera igual
de jodida que yo. Pero en realidad no soy taaaaan jodida, sólo un poco. De uno
a diez, en la escala de las jodidas, yo creo que soy un 7. No. Soy un 9. No.
Un nueve es mucho. Soy un 8,5… No, seamos honestas, un 8,8. Como el terremoto
del 2010. Tanto que han leseado con que va a temblar en el norte. ¿Y si tiembla
y yo estoy en la ducha con el shampoo en la cabeza? ¿Qué hago? ¿Me enjuago el
pelo o me arranco así no más? No… ni
loca. Me tengo que enjuagar, sino, después con el terremoto se corta el agua y
ahí quedé con el pelo como una pelmaza quizá por cuánto tiempo. Y en una de
esas si me apuro, mientras esté temblando me alcanzo a echar bálsamo… la
dignidad ante todo… A propósito… ¿Me eché bálsamo o no?...”
La voz en la ducha sólo se calla porque de pronto escucho que
alguien golpea la puerta del baño. A juzgar por la intensidad de los golpes,
hay dos posibilidades, o la vida de mis hijos está en serio peligro, o es mi
marido que quiere usar el baño… “¿Qué pasa?”, pregunto expectante. “¿Te falta
mucho mi cielo?” La alternativa dos es la correcta. Es mi marido. Mejor me apuro.
Apago la ducha. Corro la cortina. Salgo de la tina. Tomo la
toalla. Me seco como puedo y como puedo también salgo a la pieza… “Está listo
el baño”, le digo a mi marido que estaba haciéndome guardia con una revista en
la mano. “Pégate una duchita…” me dice él con esa ternura tan clásica de marido
empático y comprensivo. Yo a medio secar me desplomo sobre la cama. “Estoy agotada”,
le digo. “Pero ¡cómo agotada! si estuviste tres horas bajo el agua!”, exclama incrédulo .
“Por lo mismo… ”, le respondo, “Por lo mismo”.
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