miércoles, 4 de marzo de 2015

Que será... será


Cantaba Doris Day “Whatever will be, will be… Que será… será” en la película de Alfred Hitchcock “El hombre que sabía demasiado”, en 1956. La pieza musical ganó ese mismo año un Oscar a la mejor canción original. Pero más allá de Doris, de Alfred y de la codiciada estatuilla dorada, es el mensaje de la canción lo que traigo a colación hoy, porque ¿saben?, a veces en la vida no queda más que suspirar profundo y asumir que “lo que será… será”.
Sucede que en ocasiones uno se empecina tanto tratando de torcerle la mano al destino: se la juega, se obsesiona, se complica, se enreda, se agobia, se angustia y se devanea los sesos tratando de encontrar una fórmula para que las cosas salgan como uno quiere que salgan. Pero no siempre las cosas son como uno quisiera que fueran y cuando eso sucede lo más sano es aceptar que lo que tiene que ocurrir va a ocurrir, sin más. No es rendirse… sino más bien desapegarse. La diferencia parece sutil, pero no es menor. Rendirse es dejarse vencer. Desapegarse es dejarse llevar. Rendirse te disminuye y te esclaviza. Desapegarse te engrandece y te libera.

Se me viene a la mente un relato que el famoso tenista serbio y actual número uno del mundo, Novak Djokovic, hace en su libro “El secreto de un ganador”. Hablando de su infancia en la turbulenta ex Yugoslavia de la década de los noventa, señala:  “…Comenzamos la guerra viviendo con miedo. Pero en algún momento durante el transcurso de los bombardeos algo cambió – en mí, en mi familia, en mi pueblo. Decidimos dejar de sentirnos atemorizados. Después de tanta muerte y tanta destrucción, simplemente dejamos de escondernos. Una vez que te das cuenta que eres verdaderamente impotente, una fuerte sensación de liberación se apodera de ti. Lo que ocurrirá, ocurrirá y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo”. Djokovik  agrega que estas experiencias fueron para él grandes lecciones: “…aceptar verdaderamente tu propia falta de poder, es increíblemente liberador”, puntualiza.
Para mi gusto, el actual número uno del  tenis mundial tiene toda la razón. Lo más curioso de todo, es que cuando uno finalmente deja de empeñarse obstinadamente y decide -de manera genuina- soltar, dejar fluir y desapegarse, el mundo y la vida se ordenan solos. Hay varias historias que lo confirman: la de la pareja que cuando dejó desesperadamente de luchar por ser padres, quedaron embarazados; o el caso de la joven que cuando desistió de andar con el vestido de novia en la cartera, encontró marido. O lo que me sucedió a mí el otro día, que buscaba histéricamente por toda la casa el aro de oro que se me había perdido. Después de varias horas, empecé a asumir la pérdida. Al poco rato, lo encontré resplandeciendo en la oreja de mi pequeña hija de 6 años.

La vida siempre es más sabia que uno. Al desapegarnos de nuestras obsesiones, de nuestras manías y de nuestros miedos, empezamos a vibrar al mismo ritmo de la vida y de su sabiduría… y también, claro, al ritmo de Doris Day cuando cantaba “Que será… será”.

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