Cantaba Doris Day “Whatever will be, will be… Que será… será” en la película de
Alfred Hitchcock “El hombre que sabía demasiado”, en 1956. La pieza musical
ganó ese mismo año un Oscar a la mejor canción original. Pero más allá de
Doris, de Alfred y de la codiciada estatuilla dorada, es el mensaje de la
canción lo que traigo a colación hoy, porque ¿saben?, a veces en la vida no
queda más que suspirar profundo y asumir que “lo que será… será”.
Sucede que
en ocasiones uno se empecina tanto tratando de torcerle la mano al destino: se
la juega, se obsesiona, se complica, se enreda, se agobia, se angustia y se
devanea los sesos tratando de encontrar una fórmula para que las cosas salgan
como uno quiere que salgan. Pero no siempre las cosas son como uno quisiera que
fueran y cuando eso sucede lo más sano es aceptar que lo que tiene que ocurrir
va a ocurrir, sin más. No es rendirse… sino más bien desapegarse. La diferencia
parece sutil, pero no es menor. Rendirse es dejarse vencer. Desapegarse es
dejarse llevar. Rendirse te disminuye y te esclaviza. Desapegarse te engrandece
y te libera.
Se me viene
a la mente un relato que el famoso tenista serbio y actual número uno del mundo,
Novak Djokovic, hace en su libro “El secreto de un ganador”. Hablando de su
infancia en la turbulenta ex Yugoslavia de la década de los noventa, señala: “…Comenzamos la guerra viviendo con miedo. Pero
en algún momento durante el transcurso de los bombardeos algo cambió – en mí,
en mi familia, en mi pueblo. Decidimos dejar de sentirnos atemorizados. Después
de tanta muerte y tanta destrucción, simplemente dejamos de escondernos. Una
vez que te das cuenta que eres verdaderamente impotente, una fuerte sensación
de liberación se apodera de ti. Lo que ocurrirá, ocurrirá y no hay nada que
puedas hacer para cambiarlo”. Djokovik agrega
que estas experiencias fueron para él grandes lecciones: “…aceptar
verdaderamente tu propia falta de poder, es increíblemente liberador”, puntualiza.
Para mi
gusto, el actual número uno del tenis
mundial tiene toda la razón. Lo más curioso de todo, es que cuando uno
finalmente deja de empeñarse obstinadamente y decide -de manera genuina- soltar,
dejar fluir y desapegarse, el mundo y la vida se ordenan solos. Hay varias
historias que lo confirman: la de la pareja que cuando dejó desesperadamente de
luchar por ser padres, quedaron embarazados; o el caso de la joven que cuando desistió
de andar con el vestido de novia en la cartera, encontró marido. O lo que me
sucedió a mí el otro día, que buscaba histéricamente por toda la casa el aro de
oro que se me había perdido. Después de varias horas, empecé a asumir la
pérdida. Al poco rato, lo encontré resplandeciendo en la oreja de mi pequeña
hija de 6 años.
La vida
siempre es más sabia que uno. Al desapegarnos de nuestras obsesiones, de
nuestras manías y de nuestros miedos, empezamos a vibrar al mismo ritmo de la
vida y de su sabiduría… y también, claro, al ritmo de Doris Day cuando cantaba
“Que será… será”.
Que interesante tu artículo, coincido totalmente. Muchos saludos!
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