Conozco
mucha gente que está de cumpleaños durante el verano. Incluyéndome a mí. Cuando
niña, mi sueño era irme a vivir a algún país del Hemisferio Norte, para que mi
cumpleaños fuera en invierno. Y fantaseaba con la idea de que en alguna realidad
boreal paralela, mis compañeros de curso me pudieran cantar el cumpleaños feliz
en la sala de clases. Nunca sucedió, claro. Y el mundo siguió girando igual.
Es difícil
congregar invitados cuando uno está de cumpleaños durante el verano. Hay
momentos en que- cuando uno es chica- eso importa. Después uno crece y se acostumbra
y, francamente, da lo mismo, porque con el tiempo, uno va entendiendo que lo
principal no es la cantidad de abrazos, de saludos o de regalos. Importa más si
ese día uno se siente especial, si respira distinto, si desde el corazón honra
la efeméride.
Honrar la
efeméride significa reconocer que el sólo hecho de estar de cumpleaños es ya un
regalo. Un regalo que agrega el último año de tu vida al resto de los años que
has vivido, conformando así tu historia e incluyéndolo todo: las glorias, las
miserias, los fuegos artificiales, los descalabros, las muertes y las
resurrecciones, porque todo te ha ayudado a ser quien eres y a llegar donde has
llegado.
Hay un
viejo chiste que dice “justo nací el día de mi cumpleaños”. La talla es más
bien fome y además, en inglés la ironía no
funciona porque cumpleaños en inglés se dice “birthday”, que literalmente se
traduce como “día de nacimiento”. Es que los idiomas español e inglés utilizan
dos conceptos muy distintos para conmemorar la misma cosa: el momento en que
llegamos a este mundo. El “birthday” apela a la razón más de fondo: nacer. El
“cumpleaños”, en cambio, se queda con la contabilidad del suceso, o sea, con
cuánto tiempo va pasando desde que ocurrió, con cuántos años le voy sumando a
mi trayectoria.
En ese
sentido, me gusta más el vocablo angloparlante porque al incorporar en su
estructura la palabra “nacimiento” (“birth”), invita a hacer foco en ésa idea,
la idea de abrir una nueva página y de resetearse, lo que me parece mil veces
más atractivo que entenderlo sólo como un mero conteo de primaveras.
Estar de
cumpleaños es la manera que tiene la vida de invitarte a empezar de nuevo y de volver a nacer. Y te ofrenda con un año
completo para que hagas y deshagas. Es bueno hacerse consciente de la dádiva y
agradecer la oportunidad de renacimiento que te da. Así te haces más dueño de
tu vida y más responsable de tu destino. Y eso siempre es una muy buena razón
para celebrar.
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