Ilustración: Paulina Gaete
Hace no mucho tiempo, en un país extranjero de habla inglesa
tuve un encuentro se esos que te marcan. Estaba paseando por una famosísima tienda
de supermercado que se jacta de tener precios bajos “siempre”, cuando me tocó
pasar con mi carrito atiborrado de “Non Food” por la sección de los libros. Debo
aclarar que particularmente en mi caso, las grandes esperanzas que tengo cuando
voy al supermercado tienen que ver más bien con que las lechugas orgánicas estén
frescas y con que haya una buena promoción de detergentes… Porque, honestamente, no guardo ningún tipo de
expectativa con respecto a efectuar algún hallazgo literario de cierta relevancia.
Sin embargo - y como ya se ha hecho habitual en mi
experiencia- la vida siempre se encargado de abofetear mi prejuiciosa pseudo-sabiduría
con sólidos desmentidos. Resulta que allí, refulgiendo en medio de una banal
góndola de supermercado encontré una verdadera joya de libro: “Quiet” de Susan
Cain, con un subtítulo que traducido reza más o menos así: “El poder de los
introvertidos en un mundo que no puede parar de hablar”.
Me acordé de tantas personas que conozco que son así pa’dentro,
como se dice vulgarmente. Me acordé de mi misma, cuando hace mucho, mucho
tiempo solía ser así… Lamentablemente ahora es la verborrea la que me comanda.
Y digo lamentablemente porque luego de leer este bestseller del New York Times,
en verdad que me dieron ganas de “cerrar el pico” de por vida y dejar de pensar
en voz alta de una buena vez. Pero en mi
caso ya es tarde, estoy vieja, mañosa y hablar me ayuda a no subir de peso
porque me mantiene la boca ocupada con ideas en vez de chocolate.
Y entonces decidí que ésa sería mi bandera de lucha: abogar
por la reivindicación de los introvertidos. “¡Qué vivan los callados!” “¡Hurra
por los que piensan antes de hablar!” “¡Bravo por los que hacen y no por los
que sólo se quedan en el bla bla!”… ¿Quién dijo que teníamos que ser todos
extrovertidos? El mundo sería un agote, con puros floreritos interrumpiéndose unos
a otros debido a su incontinencia
verbal. ¿Por qué cuando estás en el colegio –sobre todo en los colegios de
ahora- es tan sobre valorado el ser
comunicativo? Y entiéndanme bien. No estoy en contra que se valore… sino que se
sobre valore.
Porque en esta historia… en esta triste historia, diría yo, a
aquellos desafortunados alumnos con escaso talento para la cháchara… “que Dios
los pille confesados”. He sido testigo
de cómo algunos profesores tratan a los introvertidos como personalidades de
segunda clase y son capaces de escandalizarse porque a un niño le “gusta el
silencio y se molesta cuando su compañero de banco habla hasta por los codos”… “No
es normal”, me han dicho… “además, él es taaaaan silenciosamente callado”, agregan como si
estuvieran hablando de una enfermedad contagiosa e incurable.
Y yo repito aquí lo que le dije aquella vez a esa singular maestra que tuvo la tupé de decirme lo que acabo de transcribir: “Con todo respeto, Señorita… No lo estrese, estimúlelo; no lo condene,
valídelo; no le tenga pena, valórelo. Celébrele su capacidad de reflexión;
aprenda de su habilidad de introspección; elogie su mesura; respete su
individualidad; ayúdelo a ser la mejor versión de sí mismo… y ¡Nunca! ¡Nunca! lo
subestime”.
No niego aquí que las habilidades sociales deben
desarrollarse… pero eso no significa que la introversión deba considerarse como
un “defecto” que necesita “curarse”. Para nada. Nuestro mundo necesita de todo:
extrovertidos e introvertidos, pero tal como dice Susan Cain en su libro “Quiet”,
tan a menudo cometemos el error de abrazar el ideal de la extroversión como si
fuera el único camino. La historia de la humanidad está llena de ejemplos de
cómo grandes ideas, espectaculares obras de arte e invenciones revolucionarias,
provinieron de personas calladas e
introvertidas que supieron sintonizar con sus mundos internos encontrando allí
grandes tesoros: Sir Isaac Newton; Albert Einstein; Frédéric Chopin; Marcel Proust;
Goerge Orwell; Theodor Geisel (Dr. Seuss), Charles Schulz; Steven Spielberg,
Larry Page y J.K. Rowling, entre otros.
Los dejo con una hermosa cita de Anaïs Nin: “Nuestra cultura
ha hecho que sea una virtud vivir de manera extrovertida. Desincentivamos los
viajes introspectivos y la búsqueda de un centro interno... Hemos perdido nuestro
centro y debemos encontrarlo nuevamente”.
Por fin alguien que saque la voz por mi (yo soy muy introvertido para hacerlo). Grande Muna!
ResponderEliminarGracias Kiko!
ResponderEliminarQué orgullo leerte, siempre talentosa y certera. TE PASASTE, te esperaré regularmente
ResponderEliminarGracias por tu apoyo!!!!
EliminarLulita Linda. Me hace feliz leerte. No pares de escribir columnas. Eres fantástica.
ResponderEliminarTe quiero mucho
Te eterno seguidor enamorado
Marce te felicito!!! eres muy buena en esto! jaja, me entretuve mucho con tu columna de los introvertidos , la pura verdad! vivimos en un mundo en que pareciera que hablar es una obligación y nadie quiere "escuchar"
ResponderEliminarQue difícil es darse el tiempo de escuchar... y que cierto es lo mucho que uno se sorprende de las personas cuando cierras la boca, paras la oreja, pero sobretodo abres el corazón!
ResponderEliminarMe encantó tu columna Muna!
Un abrazo :)