"Los pies en la tierra y señales que vienen del universo en planetas
que navegan y nos rodean, es cosa de embarcar"
Ilustración y pie de foto: Paulina Gaete.
La vida está llena de señales. Señales que nos muestran si
vamos por el camino correcto o si nos hemos desviado. Señales que nos indican
si lo que estamos haciendo está en armonía con nuestro ser interno o si nos
estamos traicionando a nosotros mismos. De una u otra forma, la vida tiene sus
mecanismos para susurrarnos muy sutilmente –aunque a veces, en verdad lo hace a
grito pelado- si las elecciones que hemos hecho nos potencian o nos disminuyen.
¿Dónde encontramos esas señales? En todas partes. ¿Cómo las
podemos reconocer? Poniéndoles atención y entendiendo que todo lo que nos
sucede es una metáfora de nosotros mismos. Y para poder hacer esto, lo primero
que tenemos que comprender y asimilar es que debemos dejar de sentirnos como víctimas
de cualquiera que sea nuestra circunstancia. La casa en que vivo, la pareja que
escogí, los hijos engendré, la comida que como, los zapatos que uso, la música
que escucho, el trabajo que hago, el cuerpo que tengo, los amigos que me
quieren y los enemigos que me odian… todo es resultado de lo que somos, de lo
que hemos escogido, de lo que hemos sembrado, de nuestros aciertos y de
nuestros errores.
Quizá a algunos esto les pueda parecer un poco
exagerado. “Hay cosas que nosotros no elegimos”, dirán varios.
“Hay cosas que simplemente te tocan en la vida”, señalarán otros.
No. Así no funciona este
universo. Nosotros somos dioses de
nuestra existencia. Lo que pasa es que como que se nos olvidó. Yo diría que
incluso como que a veces nos hacemos los lesos, como que tanta responsabilidad nos
agobia un poco. Siglos y siglos de condicionamiento social nos han ayudado a
sepultar muy al fondo de nuestro ser esta sabiduría innata. A lo largo de la
historia de la humanidad nos hemos ido adiestrando a nosotros mismos para creer
que las cosas “nos suceden”, que somos algo así como veletas indefensas en
medio de un vendaval.
No hay nada más falso. Y nada más cómodo. Igual es mucho más
fácil pensar que no somos responsables de nuestra vida. Es mucho más llevadero
hacerse el desentendido y echarle siempre la culpa al empedrado, o al vecino, o
a los papás que te trajeron al mundo, o al marido que tienes, o al jefe que te
tocó, o a Dios. Lo que no estás entendiendo es que ellos son espejos que te reflejan
a ti mismo. Las relaciones que tienes con los demás son un reflejo de la
relación que tienes contigo mismo. Y en verdad todo es un espejo. La mayoría de
las veces es un mecanismo inconsciente. Pero no por eso menos verdadero. Al
contrario. Tu realidad la construyes tú. Esas son las señales a las que me
refiero. Están en todas partes, a cada rato.
Aprende a leerlas. Escucha lo que te están diciendo. “Dime
con quién andas y te diré quién eres”, dice el refrán, y eso se puede homologar
a todo: “Dime lo que comes y te diré quién eres”, “Dime cómo te vistes y te diré quién eres”, “Dime
a qué le tienes miedo y te diré quién eres”, etc... Si te pasan cosas que no
quieres que te pasen, hay un significado más profundo. Si te relaciones con
quienes no quieres relacionarte, hay un significado más profundo. Si tu salud
no está todo lo bien que debería estar, hay un significado más profundo. Y me
atrevo a decir incluso, si tienes un accidente, hay un significado más
profundo. A veces reconocerlo puede ser muy doloroso, pero al mismo tiempo muy
liberador.
Nada es al azar. Todo es como tiene que ser. Tu vida es como
tú quieres que sea y las señales son tu mejor aliado. Hazte cargo.
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