miércoles, 28 de agosto de 2013

Las señales


"Los pies en la tierra y señales que vienen del universo en planetas
que navegan y nos rodean, es cosa de embarcar"
Ilustración y pie de foto: Paulina Gaete.
 
La vida está llena de señales. Señales que nos muestran si vamos por el camino correcto o si nos hemos desviado. Señales que nos indican si lo que estamos haciendo está en armonía con nuestro ser interno o si nos estamos traicionando a nosotros mismos. De una u otra forma, la vida tiene sus mecanismos para susurrarnos muy sutilmente –aunque a veces, en verdad lo hace a grito pelado- si las elecciones que hemos hecho nos potencian o nos disminuyen.
¿Dónde encontramos esas señales? En todas partes. ¿Cómo las podemos reconocer? Poniéndoles atención y entendiendo que todo lo que nos sucede es una metáfora de nosotros mismos. Y para poder hacer esto, lo primero que tenemos que comprender y asimilar es que debemos dejar de sentirnos como víctimas de cualquiera que sea nuestra circunstancia. La casa en que vivo, la pareja que escogí, los hijos engendré, la comida que como, los zapatos que uso, la música que escucho, el trabajo que hago, el cuerpo que tengo, los amigos que me quieren y los enemigos que me odian… todo es resultado de lo que somos, de lo que hemos escogido, de lo que hemos sembrado, de nuestros aciertos y de nuestros errores.

Quizá a algunos esto les pueda parecer un poco exagerado.  “Hay  cosas que nosotros no elegimos”, dirán varios. “Hay cosas que simplemente te tocan en la vida”, señalarán otros.
No.  Así no funciona este universo.  Nosotros somos dioses de nuestra existencia. Lo que pasa es que como que se nos olvidó. Yo diría que incluso como que a veces nos hacemos los lesos, como que tanta responsabilidad nos agobia un poco. Siglos y siglos de condicionamiento social nos han ayudado a sepultar muy al fondo de nuestro ser esta sabiduría innata. A lo largo de la historia de la humanidad nos hemos ido adiestrando a nosotros mismos para creer que las cosas “nos suceden”, que somos algo así como veletas indefensas en medio de un vendaval.

No hay nada más falso. Y nada más cómodo. Igual es mucho más fácil pensar que no somos responsables de nuestra vida. Es mucho más llevadero hacerse el desentendido y echarle siempre la culpa al empedrado, o al vecino, o a los papás que te trajeron al mundo, o al marido que tienes, o al jefe que te tocó, o a Dios. Lo que no estás entendiendo es que ellos son espejos que te reflejan a ti mismo. Las relaciones que tienes con los demás son un reflejo de la relación que tienes contigo mismo. Y en verdad todo es un espejo. La mayoría de las veces es un mecanismo inconsciente. Pero no por eso menos verdadero. Al contrario. Tu realidad la construyes tú. Esas son las señales a las que me refiero. Están en todas partes, a cada rato.
Aprende a leerlas. Escucha lo que te están diciendo. “Dime con quién andas y te diré quién eres”, dice el refrán, y eso se puede homologar a todo: “Dime lo que comes y te diré quién eres”,  “Dime cómo te vistes y te diré quién eres”, “Dime a qué le tienes miedo y te diré quién eres”, etc... Si te pasan cosas que no quieres que te pasen, hay un significado más profundo. Si te relaciones con quienes no quieres relacionarte, hay un significado más profundo. Si tu salud no está todo lo bien que debería estar, hay un significado más profundo. Y me atrevo a decir incluso, si tienes un accidente, hay un significado más profundo. A veces reconocerlo puede ser muy doloroso, pero al mismo tiempo muy liberador.

Nada es al azar. Todo es como tiene que ser. Tu vida es como tú quieres que sea y las señales son tu mejor aliado. Hazte cargo.

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