La enfermedad es siempre la manifestación de
que algo no anda como debería andar. Ya sea que tenga un origen físico,
emocional o espiritual, la enfermedad es la oportunidad para equilibrar aquello
que se ha desequilibrado, para aliviar lo que duele, para completar lo que
falta o para reparar lo que sea que está presentando problemas. En ese sentido,
la enfermedad es una especie de portal, que a través de síntomas como
incomodidad, malestar o dolor, nos da la posibilidad de sanar. Sin síntomas, es
muy difícil saber que estamos enfermos. El síntoma es una luz, un aviso y su
aparición es invariablemente el primer paso en el proceso de curación.
Contrariamente a lo que tendemos a pensar, el
síntoma de una enfermedad es una buena noticia porque constituye la primera señal
de que algo está fallando. Sin embargo, en nuestro afán por curarnos y
solucionar el problema, tendemos a atacar el síntoma y no lo que lo causa,
pensando erróneamente que si silenciamos el síntoma, desaparece también la
enfermedad de base. En el maravilloso libro “La enfermedad como camino”,
Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, ejemplifican esta idea a través del
tablero de un auto. Cuando algo anda mal en el motor, se enciende una luz en el
tablero como indicador de una anomalía… “lo procedente en este caso – dicen los
autores- es eliminar la causa de que se
encienda esta luz, no quitar la bombilla (…) la señal sólo quería avisarnos y
hacer que nos preguntáramos qué ocurría”.
Con las crisis ocurre lo mismo. Al fin y al
cabo, una enfermedad es una crisis. Crisis personales, de pareja, laborales,
sociales, son la expresión de que algo no está bien y que requiere ser sanado. Las
crisis son un síntoma y por lo mismo, son siempre una oportunidad. Dethlefsen y
Dahlke señalan: “cuando el individuo comprende la diferencia entre enfermedad y
síntoma su actitud básica y su relación con la enfermedad se modifican
rápidamente. Ya no considera al síntoma como su gran enemigo, sino que descubre
en él a un aliado que puede ayudarle a encontrar lo que le falta y así vencer
la enfermedad”.
Este cambio de enfoque es por si sólo sanador,
porque transmuta esa vulnerable mirada
inicial llena de miedo, en una visión mucho más empoderada y esperanzadora. Y
como bien sabemos, la actitud es clave a la hora de enfrentar dificultades.
Ahora que el año termina y que quizá es tiempo
de balances para muchos… ojo con las cosas que duelen, que molestan, que
sabemos que no están bien. Físicas y no físicas. Son luces titilando en el
tablero de la vida y están ahí por algo. Podemos ignorarlas y desconectar la
bombilla: por un rato todo parecerá ir mejor, pero en el fondo nada habrá
cambiado y tarde o temprano otras luces empezarán a titilar. O podemos hacernos
cargo y aprovechar la oportunidad de sanar que el síntoma nos ofrece…. Sanar,
en todo el amplísimo sentido de la palabra.