lunes, 15 de junio de 2015

Comer chicle y leer el diario

La dispersión distrae y genera más dispersión. Por eso las personas dispersas no pueden dejar de ser dispersas. Algunos le llaman al fenómeno Trastorno de Déficit Atencional (TDA) o Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH) y toman fármacos. No soy médico, pero a todas luces -y como simple observadora lo digo- o el TDA está sobre diagnosticado o realmente habría que declarar que nuestra sociedad como un todo sufre de TDA, lo que hace que de alguna manera los que vivimos en ella no podamos evitar la dispersión. Lo raro hoy en día es no tener TDA, situación que además, sirve para justificar un montón de comportamientos y evadir la responsabilidad.

No quiero aquí polemizar sobre si el TDA (o el TDAH) existe o no. No tengo ni los pergaminos ni manejo los antecedentes técnicos del tema. Aunque el mismísimo psiquiatra Leon Eisenberg, quien puso nombre al TDAH, afirmó hace poco y sólo unos meses antes de morir, cuando contaba con 87 años que “el TDAH es un ejemplo de enfermedad ficticia”. Pero nadie parece haber inflado mucho la declaración del señor Eisenberg. ¿Será que se nos está rayando el disco con este trastorno?

Si hasta a mí, a veces me dan ganas de ser diagnosticada con TDA… tendría un argumento al menos para justificar por qué de las 1.500 cosas que hago en un día cualquiera, sólo termino dos. Me sentiría harto más aliviada y podría disminuir en parte el agobio que me produce come chicle y leer el diario al mismo tiempo y el darme cuenta que no sé priorizar, que soy desorganizada, que no delego, que el tiempo no me alcanza y que la vida me consume en un frenético y agotador ir y venir que hace que llegue al final del día con la angustiosa sensación de haber hecho mucho… pero de no haber logrado nada.

Y lo que me pasa a mí le pasa a muchas. Converso con amigas y las veo también a las pobres, convertidas en pulpos haciendo malabares, tratando de sobrevivir en un medio que te sobre estimula y que te obliga a hacer varias cosas a la vez. La gracia está en no victimizarse porque eso lo único que hace es disminuir nuestro poder. Según yo, la solución para la dispersión de hoy se puede resumir en 4 letras: Foco. Es decir, actuar igual que la lente de una cámara: hacer foco en el punto más relevante del encuadre y dejar que los otros elementos capturados por la lente sean parte de la foto, pero no su punto de atención principal, sólo entonces, es recomendable disparar el obturador. Una foto bien enfocada se ve armónica, nítida y de calidad. La foto aporta y tiene sentido. En cambio, si tratamos de enfocar varios puntos a la vez, la imagen aparece borrosa, movida, sin ninguna lógica y además, fea.


Por lo tanto, el nuevo mantra es: una cosa a la vez, hasta terminarla. Nada de comer chicle y leer el diario al mismo tiempo. Eso es sólo para las superwomen… Y yo no estoy ni ahí.

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