jueves, 7 de abril de 2016

Lo que parece ser

Las cosas no son lo que son, son más bien lo que nosotros creemos que son. Desde el momento en que fui capaz de comprender a cabalidad esa frase, honestamente les digo, que se terminaron más de la mitad de los problemas de mi vida. Porque entendí que el mundo particular de cada uno de nosotros no está construido en base a realidades, sino más bien en base a las percepciones de esas realidades. Entonces, más que desgastarse en querer establecer, mejorar o cambiar una realidad, uno debería enfocar su energía en tratar de reparar, optimizar y perfeccionar la percepción de esa verdad.

“Percepciones son realidades”, me decía un antiguo jefe. Y tenía toda la razón. Muchas veces lo que nos molesta no es la realidad en sí… sino la impresión que tenemos de esa realidad. Rory Sutherland, un destacado publicista británico, se ha dedicado a estudiar el tema y como ejemplo de esto expone el caso de los semáforos. Efectivamente no hay nada más irritante para un conductor que estar detenido frente a una eterna luz roja: impaciencia, desasosiego, frustración, ansiedad, son algunas de las emociones que pueden aflorar en ese aparentemente interminable lapso de tiempo. Pero si al lado del semáforo, se instala un cronómetro que te muestra cuánto tiempo te queda de espera, las sensaciones de impaciencia, desasosiego, frustración y ansiedad tienden a disminuir y eventualmente a desaparecer y por lo tanto, la experiencia deja de vivirse tan negativamente. En este caso es claro: no se cambió la realidad: el semáforo siguió demorándose la misma cantidad de minutos en cambiar a luz verde… pero al poner un reloj, lo que se hizo fue proporcionar un elemento que redujo la sensación de incertidumbre del conductor, lo hizo sentir más en control de la situación, y por lo tanto, su percepción de la realidad fue bastante más positiva.

Ocurre con bastante frecuencia que, tanto a nivel personal, como organizacional  y/o institucional, erramos no sólo en el diagnóstico de los conflictos, sino en las estrategias de solución de los mismos. Hay muchos problemas que pueden resolverse sin tener que modificar las realidades que generan esos conflictos, sino más bien interviniendo o cambiando aquellas variables más sicológicas como las percepciones que existen de dichas realidades.


La inconmensurable sabiduría de mi madre tiene también algo que decir a este respecto. Desde niña, le escuché repetir majaderamente el siguiente mantra: “mire mi’jita, no sólo hay que serlo, sino que parecerlo”. Obviamente, durante las etapas más –digamos- inconscientes de mi vida, a la frasecita en cuestión no le asigné ningún valor. Pero actualmente –que algo he madurado- he logrado entender a plenitud lo que mi progenitora, con su mejor intención, trataba de inculcarme. Y no puedo estar más de acuerdo. La realidad es una cosa, pero la percepción de esa realidad lo es todo. Nada es lo que es… sino lo que parece ser. 

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