miércoles, 27 de agosto de 2014

Regalos


He leído en las redes sociales todo tipo de comentarios relativos al nuevo letrero que da la bienvenida a Antofagasta en la Avenida Salvador Allende. La mayoría de ellos critican, incluso virulentamente, esta nueva estructura instalada por la Municipalidad y Paisajismo Cordillera. Personalmente -debo ser honesta- tampoco me gusta el bendito letrero, pero eso en verdad no importa tanto, porque es la opinión particular de una simple espectadora del hecho, que no participó ni un milímetro en la generación de la idea, ni en su planificación ni en su ejecución. Para ponerlo en otras palabras, he recibido un regalo y el regalo no ha sido de mi agrado.

No es la primera vez que me sucede algo así. Recuerdo que cuando cumplí 8 años, mi mamá decidió hacerme una fiesta con mis amigos. Yo estaba expectante, esperaba ansiosa a los invitados y -obvio- los regalos. Todo anduvo bien hasta que llegó mi mejor amiga, Claudia, de quien yo esperaba el regalo más especial, grande y lindo. Sin embargo, Claudia me entregó un minúsculo paquetito. Lo abrí curiosa y para mi decepción sólo me encontré con un par de pinches de lata y un dibujo de dos niñas abrazadas en el que se leía 'Amigas para siempre'. 'Broma', pensé. Y sin hacer el menor esfuerzo por disimular mi desencanto, le dije a mi amiga: 'Yo no uso pinches… y además, son feos'. Claudia se puso a llorar, mi mamá escandalizada me retó al frente de todos los invitados, la mamá de mi amiga me miró con odio, yo también estallé en llanto… y por un momento todo mi cumpleaños se fue a las pailas.
 
No recuerdo bien cómo se arregló el desaguisado, pero de lo que sí me acuerdo es que ese día en la noche, antes de dormir, mi mamá se sentó en mi cama y acariciándome el pelo me dijo que mi reacción con Claudia no había sido la mejor y que los regalos siempre había que agradecerlos. Yo, dura de mollera, me defendí argumentando que los pinches eran lo más aburrido que había recibido en toda mi vida y que yo '¡Jamás, le regalaría algo tan feo a ella!'. 'A ver, Señorita -me dijo tiernamente mi mamá- creo que no estás entendiendo: lo que ha hecho tu amiga Claudia es que te ha dado el regalo más valioso que alguien te puede dar… te ha dado la posibilidad de que aprendas a ser agradecida'.
 
El nuevo letrero de Antofagasta es un regalo. Un regalo porque antes de su instalación ahí no había nada y ahora en ese lugar hay un mensaje. Pero además es un regalo porque ha hecho que quienes vivimos en esta ciudad nos hagamos conscientes de la importancia de dar la bienvenida a quienes llegan por estos lados. Como me enseñaron mi mamá y mi amiga Claudia, creo que los regalos siempre hay que agradecerlos. Porque hay algunos regalos que a veces vienen con pillería. Y en esa pillería está el verdadero tesoro que nos vienen a entregar.

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