jueves, 8 de agosto de 2013

Tu boquita de cereza y esa lengua depilada


Ilustración: Paulina Gaete.

Quizá más de alguno habrá leído el libro “Los Cuatro Acuerdos” del  mexicano y tolteca don Miguel Ruiz… Si no, se los recomiendo. Excelente libro. Breve, simple y duro y al hueso. Es un best seller, traducido a varios idiomas y contando casi una veintena de ediciones en español. Bueno, desde que leí ese libro, se me incrustó como un puñal en el corazón el primer acuerdo: “Sé impecable con tus palabras”, donde el autor nos abre los ojos con respecto a hablar con integridad, decir solamente lo que queremos decir, evitar vilipendiar a los demás y –aquí viene lo que más me golpeó- captar profundamente el asombroso poder de las palabras. Porque en verdad, poco nos detenemos a entender que las palabras “constituyen el poder que tenemos para crear”.
Al principio suena raro, pero en realidad, lo raro es que no nos hayamos percatado antes de este poder inconmensurable. Porque podemos ver a las palabras sólo como simples símbolos y sonidos, pero como dice el libro, ellas “son una fuerza; constituyen el poder que tienes para expresar y comunicar, para pensar y en consecuencia para crear los acontecimientos de tu vida”.

Durante los últimos años, debo confesarlo, he estado medio obsesionada tratando de entender el proceso creativo de este universo o de este espacio-tiempo en que nos encontramos. Y cuando hablo de proceso creativo me refiero a cómo es creada -o más bien- a cómo creamos esta realidad, nuestra realidad. ¿Por qué nos pasa lo que nos pasa? ¿Por qué mi vida es así y tu vida es asá?  Y… en fin, miles de preguntas así medio trasnochadas que se me han ido atropellando unas a otras en la cabeza.
Está claro que las conexiones sinápticas de mis humildes neuronas no han sido suficientes para develar estos intrincados misterios, pero sí de vez en cuando me he encontrado con estas valiosas “stepping stones”  o peldaños de avance (sé que es un poco siútico poner estos anglicismos pero no puedo evitarlo ¡me encantan!) que estimulan la sinapsis y poco a poco me van abriendo el entendimiento. Uno de estos peldaños fue este primer acuerdo que nos da a conocer Miguel Ruiz.

A ver si puedo explicar cómo lo entiendo: nuestra realidad es. Así, sin nombre y menos aún apellido. Es no más. Lo que nosotros hacemos con las palabras es que vamos bautizando y etiquetando lo que vemos, lo que sentimos, lo que pensamos. Al árbol le llamamos árbol, al cielo, cielo, a la nube, nube. En una segunda etapa podríamos estar hablando del árbol “frondoso”, del cielo “maravilloso” o de la nube “amenazante”… Nuestra percepción se manifiesta a través de nuestras palabras y al mismo tiempo va creando nuestra realidad. Y las palabras constituyen la varita mágica de todo este proceso. Y esta magia de las palabras es tan poderosa que “una sola palabra puede cambiar una vida o destruir  millones de personas”.
La invitación, finalmente, es a utilizar las palabras de la forma correcta. Ojalá que todo lo que digas esté relacionado con la realidad que quieres crear para ti. Es fácil traicionarse, por eso cumplir este primer acuerdo no es un desafío menor. A veces ufanarse de ser una persona sin pelos en la lengua puede ir en contra de este cuarto acuerdo y puede estar ayudándote a crear una realidad que en verdad no quieres para ti. Que de tu boquita de cereza salga puro amor y alegría y... olvídate de depilarte la lengua.

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